ARTURO URIZA
Me habría gustado decir que “me fascinó el nuevo disco de Yo La Tengo”, sin embargo no fue así. Y ya sé que no hay que tener expectativas con esta ya legendaria banda de culto, nos lo han demostrado a lo largo de más de una veintena de años de carrera y de catorce discos.
Sabemos que es un proyecto irregular –dicho de la mejor forma–, siempre cambiante, experimentado y con un acto en vivo brutal como pocos. Han viajado desde el noise más primoroso hasta el pop más elástico, y en general siempre me gusta lo que lanzan. ¿Será acaso que esperaba mucho?
No quiero generalizar porque además me parece que no es un mal disco, pero sí sentí que me quedé a la mitad, esperando. Y no es que no me gusten las canciones/reversiones suaves pero el limbo entre Joni Mitchell, Elliot Smith y Simon And Garfunkel en el que me internaron esta vez me dejó dudoso.
Y aunque con el tiempo he aprendido a disfrutar música mucho más suave y menos agresiva, hay una límite muy delgado en ciertas canciones/versiones como en “Friday I’m In Love” (original de The Cure) que está a medio centímetro de pertenecer a esa compilaciones de chill out/bossa nova que ponen en los Sanborns.
Vale, es que además no había comentado que el disco incluye una serie de covers a artistas como Hank Williams, The Parliament y Great Plains, entre otros, además de algunas canciones de Yo La Tengo como “All Your Secrets” y “The Ballad Of Red Buckets”, pero en “suave”.
En cuanto a lo rescatable, puedo decir que “I Can Feel The Ice Melting” es hermosa, en verdad fabulosa; que escurre miel por las bocinas cuando la pones y que dan ganas de dedicarla a la mujer que te acelera el corazón, aunque es la única de este disco con la que pasa eso.
No creo que este sea un bache en la carrera da la banda; más bien parece ser un experimento, que aunque ya tiene sus precedentes en otros de sus discos, en esta ocasión parece no haber cuajado al cien por ciento.