ARTURO URIZA • Un viaje doble hacia el extraño mundo del jazz tropical.
El “digging” es esa práctica casi arqueológica que involucra el ir a rascar entre montones de discos olvidados, sucios y generalmente mal acomodados en los lugares más polvorientos de la ciudad.
Bazares, librerías, tiendas de discos; donde sea es buen lugar para ir a cazar vinilos y encontrar algo que valga la pena; seguir aquella vieja máxima de: “gastar lo menos posible y llevarse lo mejor que se pueda”. Regirnos como aventureros en un ejercicio lúdico que habla a varios niveles sobre el consumo musical; ver los olvidados objetos revivir, regresar de la tierra de los muertos un disco que alguna vez dio felicidad a alguien y que fue desechado tan pronto como se pudo.
Así fue como me encontré con estos dos discos. Hace unos meses, en una feria de discos, después de tratar con montones de vendedores snobs, de ver pasar ofertas ridículas por discos de Caifanes y La Maldita Vecindad, y de quedarme con las ganas de comprar unos discos de Brian Eno, encontré en una caja medio olvidada un vinilo que llamó mucho mi atención, simplemente por la portada: Taboo Vol. 2, de Arthur Lyman, que en el arte central tiene una cabeza de jíbaro sobre un fondo naranja que además del título, se acompaña del subtítulo “New Exotic Sounds Of Arthur Lyman”.
Es increíble cómo una portada puede convencernos de comprar un disco sin haberlo escuchado, sin siquiera saber quién es el artista o ni siquiera estar seguros de si nos gustará. Lo quería, estaba enamorado de la portada, y lo mejor es que lo compré a un muy buen precio, unos $25 pesos tal vez.
El disco en la contraportada cuenta una historia por demás atractiva, que comienza con una introducción fabulosa que asegura que ni los cohetes espaciales podrían superar la rapidez de Lyman para transportarnos a los rincones más exóticos del sonido, ya que “Taboo Tu” fue grabado, escrito y arreglado en solo dos horas… ¡todo el disco en dos horas! Bajo esta estilizada concepción de lo exótico, el disco hace una simpática transición entre ritmos y sonidos relativamente folclóricos, como la música ritual hawaiana, los cantos sudafricanos, los sonidos de Japón y el jugueteo del tango y el cha cha chá, todos con una variedad de instrumentos que se sustentan sobre el xilófono, que era el instrumento principal de Lyman.
Arthur Lyman fue un músico hawaiano especializado en percusión y ligado a la tradición del jazz, quien explotó durante mucho tiempo el concepto de lo exótico para introducirlo a un público mucho más popular y menos especializado. Todo el universo desarrollado por Lyman para estas grabaciones podría funcionar como antecedente a compilaciones o trabajos de la mal llamada world music, e incluso como bases de las famosas compilaciones ultra-lounge.
En una de mis últimas expediciones en busca de discos tuve la oportunidad de encontrar el Vol. 1 de Taboo, en un mercado donde los objetos principales de venta son autopartes y ropa usada, ahí abandonado en un pequeño montón de discos por demás heterogéneo se encontraba en perfecto estado este álbum. Esta primera versión, lanzada originalmente en 1958 por la Hi Fi Records, tiene una intención un poco más modesta y de menos explotación que la segunda, sin embargo las mezclas e infusiones sonoras de otras regiones del mundo están bien presentes.
Este disco me gusta especialmente por una versión increíble de “Misirlou”, tema que probablemente conozcan bien por la interpretación de Dick Dale que Quentin Tarantino haría famosa al incluirla en el OST de Pulp Fiction, (la primera versión de Misirlou data de 1927 y está a cargo de Michalis Patrinos). Pues bien, en la reversión de Lyman, “Misirlou” recibe un tratamiento cálido de pianos y percusión que asemeja a los ritmos del ethio jazz, contrastándola de formas increíbles en un trabajo de adaptación muy fino.
Hay un encanto casi inocente en estos dos trabajos, esa línea artificial del sonido de un lugar idílico; una locación salvaje plástica, como salida del encuentro anacrónico y musical de Island Of Lost Souls (1932) y un documental de los setenta accidentalmente psicodélico; una combinación precisa entre la ruptura de lo tradicional y la calidez del lugar conocido, que además incluye sus ambientaciones con respectivos animales que en el imaginario se pueden considerar exóticos, llámense monos y aves.
Lo mejor es que estoy seguro de que estos discos no son tan difíciles de encontrar, que están por ahí, esperando en algún lugar oculto a ser reproducidos en sus tornamesas, a transportar al escucha por unos minutos y meterlo en trance hacia esos escenarios mezclados que Lyman y compañía diseñaron con premura para que desde la comodidad de nuestras casas experimentáramos esa sensación de aventura cómoda que la (pos)modernidad nos ha otorgado.
Un viaje doble hacia los sesenta, y hacia el extraño y psicodélico mundo del jazz tropical de Lyman, o del proto chill out, o como usted quiera llamarlo.
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