Un debut de chile, de dulce y de mole oaxaqueño.
ALETYA SERRANO
Los estándares del pop de cantautor en México están volviendo a crecer y orientándose hacia un lado un poco más alternativo, nutriéndose de forma distinta y dando más cabida a la esencia de las ideas que a lo que se pega con facilidad. Tal es el caso de músicos como Torreblanca, y ahora que la escucho, también de Valgur, quien trae un cotorreo musical femenino que va por ahí.
Trébol es el disco debut de esta cantautora oaxaqueña, que sorprende al inicio con “Nada más Bonito”; un track de rock pop afrodisiaco y casi dibujado en los noventas, con guitarra wah-wah y una melodía directa y serena. Mientras la chica se come su fruto prohibido, evoca: Me gustas tanto como la nieve de mango.
Lo malo es que inmediatamente después, uno se comienza a perder y notar cierta falta de estilo propio, entre alusiones a Lila Downs, Bebe, Bomba Stereo y hasta a la hija de Amanda Miguel y Diego Verdaguer. Momentos desafortunados en los que pareciera que el disco le apuesta a encajar en las fusiones probadas de hip-hop-folklor-inserte-aquí-cualquier-género y las adhiere con calzador, o al menos eso es lo que se lee en el producto final de ciertas canciones, no en su naturaleza.
Sin embargo, el track homónimo del disco se siente menos forzado; el camino retoma su cause mientras incursiona en el jazz al compás del contrabajo, con un desenfadado chiflido y el chasquido de los dedos que rememora a la fórmula festiva de Bobby McFerrin, mientras ella reitera: Burlas toda mi melancolía con tu risa todo el día, me haces un favor y me devuelves el humor.
Y es que parece que la ausencia de adornos es lo que le sienta mejor a sus letras; así, sin tanta parafernalia. El momento más humorístico llega con la rola que hace honor a ella misma –o a su nombre artístico–, que genera un ambiente bluegrass, con una batería rockabilly y una interesante tuba creada con la voz humana.
Cuando el álbum finaliza, la segunda mitad resume musicalmente a la primera, más uno que otro bolero que sigue quizá la estela de los tacvbos y de la música regional istmeña en una oda a Juchitán, su lugar de origen.
Valgur es directa y decidida cuando canta sobre una planicie melódica agradable, y como goza de los elementos singulares en la voz y en las letras, yo le creo.
–