Tres colegas se despiden del músico con algún recuerdo o reflexión sobre su obra…
I.
1995, diez años de edad. Escucho “Primavera Cero”. Me hace sentir muy bien. Todavía no sé nada de música.
1997, doce años de edad. Cadena de disquerías Musimundo. Compro en cassete el último concierto de Soda Stereo en River Plate, al que mi mamá no me dejó ir.
2003, dieciocho años de edad. Buenos Aires, discoteca Club 69. Nubes de humo, fotógrafos por doquier, flashes, enjambre de chicas hermosas y, en el centro, Gustavo Cerati. Impecable look de pantalón oscuro, camiseta verde, saco sport y sombrero. Gafas de noche. Cigarrillo en mano. Uno. Otro. Otro. Otro más. Cada vez que lo miro. Me acerco. Lo tengo al lado. Quiero saludarlo. No me animo. Me distrae una rubia. Vuelvo a mirar y escucho “¿Dónde es la salida?” Le indican. Se equivoca. Se lo nota perdido. Se ríe. Vueve a intentar y acierta. Le veo la espalda y el culo a la rubia. Prendo un cigarrillo y me quedo pensando “cómo me gustaría ser Cerati”. Pero no lo soy. Ya nadie lo es. Nunca nadie lo va a ser. Nunca lo volví a ver.
– NICOLÁS GONZÁLEZ, CORRESPONSAL EN ARGENTINA DE LAPOPLIFE
II.
El primer casete que tuve, allá por 1988, fue el de Nada Personal. Con esa música me encerraba en mi cuarto, apagaba las luces y sosteniendo una raqueta como si fuera guitarra, esperaba a que no hubiera nadie para poder hacer mi propio playback.
Quizá esos sonidos detonaron algo en mí. No sé bien qué fue, y a la fecha lo sigo pensando, pero creo que ahí se sembró esa semilla que años más tarde definiría hacia donde iría en mi vida o qué era lo que quería hacer el resto de mis días.
Jamás fui a una firma de autógrafos ni estuve remotamente cerca de estrechar su mano; sentía que al conocerle se acabaría el mito o que en ese momento el ídolo dejaría de serlo. Porque Cerati siempre era motivo de alguna emoción: desde saber que vendría o al tratar de buscar los mejores lugares para verlo. Muchas veces creí, con base en las entrevistas y las canciones, que lo conocía; que era como un amigo que siempre tenía las palabras correctas o algún consejo escondido en alguna frase.
Ahora sí se fue, aunque se fue hace un tiempo. Jamás pude decirle en persona la forma en que cambió mi vida y la de muchas personas.
– CRISTHIAN SILIS.
III.
Gustavo Cerati fue ese personaje que le demostró a Latinoamérica que se podía ser estrella de rock. Antes de él eran muy pocos, o muy locales, o les tocó una época menos amable para tal cosa. La música que produjo logró trascender las fronteras de su país y demostrar que se podía hacer rock de calidad de exportación en castellano.
El proyecto, impecable, funcionó en todos los lugares de habla hispana, excepto justamente en España, donde no se realizó un correcto plan de difusión. Soda Stereo, a su inequívoco mando, fue la primera banda de rock latinoamericana que giró por el continente entero, no una, sino muchas veces, y siempre con éxito.
En su país, se convirtieron en paradigma de la industria del entretenimiento. Superaron el récord de los Rolling Stones al llenar seis veces el estadio de River Plate en Buenos Aires, muestra inequívoca de su poder de convocatoria. Es hasta la fecha, la única banda de rock en español en haber llenado estadios de fútbol en más de 16 países.
Sobre su obra, no cae sombra alguna. Sobre su persona, a pesar de su tortuoso deceso que algunos relacionan con sus excesos, tampoco. Siempre cauto y elegante, jamás se vio envuelto en líos ni escándalos en vía pública. Ha sido y seguirá siendo inspiración de miles de músicos a lo largo y ancho del continente. La prueba auténtica de que los héroes del rock, también hablan en castellano.
– DANIEL LOZANO, REDACTOR DE MARCA COLOMBIA
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