ALEX CASTRO
La primera vez que fui a Discópolis, me atendió un hombre mayor con cara de pocos amigos que no admitía gente que sólo estuviera viendo. “Aquí sólo es para los que ya saben qué buscan”, me dijo…
Así que con el antecedente de que el hombre no era nada amigable, unos años después me impuse el reto de volver y ganármelo con mis dotes de buen comprador de discos.
Discópolis es una tienda de LPs ubicada en la avenida Insurgentes del DF (justo enfrente del Vips que está por el Monumento a la Revolución). Desde la fachada sólo se ven dos vitrinas grandes y polvosas con algunos discos. Ya en la entrada, se alcanzan a visualizar algunas pilas de discos de 7” y adentro más pilas y pilas de discos de todo tipo. Pero todo atrás de una puerta de vidrio que siempre está cerrada. Y no se ve mucho más hacia adentro.
Al llegar, mi primera sorpresa fue ver, a un metro de la entrada, una escoba y un recogedor atravesados de lado a lado de las vitrinas, formando una barrera que impedía pasar. Tal vez estaban limpiando o ya iban a cerrar, pensé. Me quedé en la entrada, viendo los pocos discos que desde ahí se podían ver. Desde el fondo, atrás de la puerta cerrada, el dueño me veía con cara de desconfianza. Así que decidí quedarme ahí hasta que saliera y, como dije, hacerlo mi amigo con mis dotes de melómano. O con los dotes de melómano que creía tener.
Finalmente, el viejo salió.
-¿Sí?
-Ah, ¿cuánto cuesta el de Agustín Lara? Pregunté con cara de interés.
-Todos esos a $100 y no hay discos más baratos que eso.
-Ah. ¿Ya van a cerrar? Pregunté señalando la escoba y el recogedor que impedían el paso.
-No, es que la gente se mete a ver. Pero si va a comprar pues dígame.
-Bueno, yo creo que sí. Siempre compro discos.
-Es que no puedo quedarme aquí, porque estoy atendiendo el teléfono… Uno se da cuenta cuando alguien viene a comprar o nada más a mirar.
-¿Y yo vengo a comprar o nada más a mirar? Porque ni yo lo sé. Unas veces llevo mucho y otras nada, dependiendo de lo que vea.
-Pues sí, pero tampoco me voy a poner a especular.
-Oiga, con todo respeto: ¿Y sí vende discos?
-Pues mire, tengo aquí desde 1955, así que deduzca si vendo o no.
El viejo se dio la media vuelta y sólo alcancé a decirle “Gracias, muy amable” antes de que se encerrara nuevamente y yo me quedara parado ahí, con mi cara de imbécil y mis dotes de melómano por los suelos.
Me fui del lugar preguntándome cómo es que una tienda como ésta ha sobrevivido tantos años. Quizá el hombre que me “atendió” es el dueño y vive de una herencia que le permite vivir despreocupado y abrir cuando se le da la gana y dejar pasar a su cueva sólo a las personas que le da la gana.
Tal vez si viviéramos en los ochentas entendería esa actitud. Pero en una época en que nadie compra discos, me parece que sólo un loco haría eso. Hasta la dueña de Mixup me dijo una vez que quería que la gente fuera y pasara un rato en sus tiendas, aunque no comprara.
Pero en Discópolis, “la Ciudad de los Discos” no es así. ¿Ustedes han ido? ¿Quieren ir a ver si tienen mejor suerte? Ya me cuentan.
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