RENÉ ROQUET
Tras su separación de The Velvet Underground y después de un debut solista que no convenció del todo, Reed grabó esta obra con la ayuda de David Bowie y Mick Ronson. Sin duda uno de los grandes discos de todos los tiempos.
Hace unos días, una amiga me dijo que no se haría un tatuaje porque no podía pensar en algo que la atara por más de cinco años. Es más, que no había nada de cinco años que le siguiera gustando. Efectivamente, hay cosas que vamos dejando atrás porque pierden su significado, se alejan de su sentido original y se vuelven huecas. En la música hay montones de sencillos que después de la borrachera del éxito no son más que un recuerdo lejano, un ritmo que llegó, te prendió y se fue. Pero hay álbumes que no se van, o que los dejas de escuchar un tiempo y cuando regresas a ellos, siguen golpeándote la cara.
La primera canción de Lou Reed que escuché fue “Walk on the wild side”, en los ochenta, cuando sabía poco de música. Aunque conocía lo suficiente para reconocer que la rola era excelente. La línea del bajo sonaba increíble, tenía una cadencia ligera y potente. La letra me parecía la narración de una historia que te incitaba a la perdición. Hice mis averiguaciones y di con el disco que la contenía: era Transformer. Al escucharlo, no pude decir que me atrapó. Tenía muchas canciones que simplemente no entendía. Así que más allá de la pista que me gustaba, el resto del disco se desperdiciaba debajo de la aguja.
El tiempo pasó y el vinilo comenzó a quedarse en la parte de atrás de la pila porque llegaron otras bandas que me resultaron más fáciles de digerir. Ente ellas había psicodélicas, bluseras y punketas. Después de oírlas un rato regresé al Transformer y me sorprendió que pudiera encontrar rasgos de toda esa música en la obra de Reed. El segundo acercamiento ayudó a que la aguja girara un poco más allá de los surcos de “Walk on the wild side”…“Vicious” y “Hangin’ ‘round” se abrieron con toda su fuerza. Aunque había piezas que seguían sin gustarme.
En 1996 salió la película Trainspotting. Iggy Pop y Lou Reed aparecieron en la banda sonora como los grandes veteranos. Entre el tecno y el postpunk, “Perfect day” le dio un toque irónico a las escenas de decadencia y a la sobredosis de Mark Renton en casa de su dealer. Desempolvé el vinilo y ahí estaba la rola, compuesta en 1972, riéndose de mí y de los años. Otra vez Transformer volvía a sonar.
Esa ocasión, la pieza mencionada y “Satellite of love” fueron un gran descubrimiento. También la forma en que se dejaba oír la producción de David Bowie a lo largo del disco. Descubrí que “Satellite of love” estaba hermanada con “Space oddity” y con el movimiento glam, que coqueteaba con el universo y las estrellas a principios de los setenta.
“Quizá el truco de Transformer (si lo tiene) es que engloba muchos estilos y lenguajes que necesitan verse a la distancia…”
El 2012 marca su 40 aniversario y creo que nunca dejaré de escucharlo. En mi caso, el álbum ha transitado del vinilo al cassette, para terminar en un CD remasterizado y en el índice de mi iPod. Últimamente me ha dado por poner atención en sus canciones estilo rock teatral o rock cabaret. Me gusta ese toque que Reed conserva de los Velvet Underground, sumado con su lírica extrema y sin tapujos. Quizá el truco de Transformer (si lo tiene) es que engloba muchos estilos y lenguajes que necesitan verse a la distancia, más allá de los cinco años de un tatuaje.
Escucha el disco completo aquí: