ESTEBAN CISNEROS • Psicodelia que emociona.
Soy un tipo normal con muchos defectos.
Y cuando digo muchos, es muchos.
Uno de ellos, carajo, es que todo lo que tenga tufillo a nouvelle vague y a ye-yé francés me chifla. Me convierto en un memo zombi y dejo de cuestionarlo todo. Digo “sí” a todo como si estuviese bajo el influjo de una fuerte hipnosis.
Caigo redondo. Y lo mismo me pasa con esa psicodelia guarra, llena de fuzz, de lipsticks negros, gafas oscuras y flequillos. La que comienza en los gritones suburbanos que querían imitar a Jagger y que le debe tanto a Velvet Underground en su etapa Exploding Plastic Inevitable. Dos universos que no están tan lejos uno del otro (tan sólo hay que preguntarle a Antoine y sus Problemas). Y que, cuando colapsan, generan explosiones tan bonitas que deslumbran.
En cierto modo, es una fórmula. Una que ya me tiene tomada la medida. ¿Cómo puede algo tan fácil conmigo? ¿Es posible tanta oligofrenia a partir de sonidos y sensaciones? A pesar de todo, esa sensación babosa de embelesamiento me encanta. Me siento enamorado. Me convierto en un fanboy y entiendo por un momento a las chicas desquiciadas por las bandas de chavales bienpeinados que bailan coordinados o los guapitos pop de turno.
Qué vergüenza / Qué bonito.
The Limiñanas están hechos para mí. Es inevitable. Y aunque sus detractores tal vez tengan razón en insistir en lo pastiche de todo el proyecto, creo que esa es una de sus grandes virtudes. El amor de Marie y Lionel Limiñana a esa época de la música es genuino y se nota. No están burlándose de esos sonidos; lo que pasa es que, de por sí, son dos universos teatrales, afectados, artificiales como los paraísos de Baudelaire. Y en ello recae la belleza.
Este par es total; es todo, menos rústico. ¿Por qué irse a las raíces cuando los pétalos son lo mejor? Ahí arriba es donde ocurre la belleza, el sexo, el color.
La carrera de los Limiñanas comenzó en 2009 y ha sido prolífica, como de grupo sixties: sencillos en 7”, EPs y discos largos. Y, por supuesto, hay muchas canciones sueltas que son recopiladas ahora en (I’ve Got) Trouble In Mind; disco que, sin embargo, resulta sorprendentemente cohesivo.
Comienza con una introducción del DJ Evan “Funk” Davies y lo que sigue es una retahíla de hits: de la increíble canción titular a Liverpool, de “Tu es à moi a Je m’en vais”, del cover a los Beach Boys de “I Know There’s An Answer” a la versión de Phil Spector de “Christmas”; de “Migas 2000” a “Ugly Death”. Fuzz, sitar, recitaciones con voz nasal, ritmos ye-yé. No hay pierde: oligofrenia y baba segura para seres sugestivos como yo; un buen rato de baile y corazones brincones para los chicos y las chicas del ritmo.
Trouble in Mind es una finísima pieza gainsbourgiana de psicodelia que emociona. No hay solemnidad ni búsqueda de lo majestuoso aquí; al contrario, se trata del beat, del ritmo, del ruido. De lo primordial. Ye-ye-yé.
C/S.
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