MARÍA MERIOMA
FOTO: Sziget España Official / László Mudra / Sandor Csudai
Los hallazgos casuales nos dejaron música de todos los géneros y gente que le inyecta fuerza a la vida.
Es muy poco frecuente en los festivales de todo el mundo que los propios organizadores levanten la mano para señalar sus fallos frente a decenas de periodistas e incluso se acepten éstos en la nota de prensa final, como sucedió con Sziget 2017, contrario al saldo de otros festivales, donde todo siempre es tan maravilloso, perfecto y exitoso según las rutas oficiales de comunicación.
Sziget es diferente incluso en su relación con la prensa y sus canales de comunicación oficiales; hay bastante transparencia al hablar de puntos de vista, cifras y declaración de intenciones, algo que hace parte de la atmósfera del festival y que esperamos que no cambie.
Así como casi todos estuvimos de acuerdo en cuanto a la regular configuración del cartel de este año, también compartimos que el interés por Sziget como festival es muy diferente al que se tiene por otros, porque lo que vivimos allí no es “un evento más de varios días donde una banda toca después de otra”.
En ese sentido y desde un principio la misión en Sziget 2017 era muy clara: vivir cosas interesantes, no escuchar lo más deseado de las giras del año. Con esa vara medimos bastantes experiencias que nos regalaron música nueva, historias de personas encontradas en la Isla y unas cuantas anécdotas al margen.
En la primera parte de este resumen recalcamos la heterogeneidad de la gente que acude a Sziget. Entre todas esas personas tan distintas nos encontramos con algo que muchas tienen en común: la pasión con la que viven, especialmente su asistencia a Sziget.
Hace unas semanas medios de todo el mundo recogieron la “hazaña” del público en un concierto de Coldplay que llevó a un chico en silla de ruedas haciendo crowdsurfing. No tantos medios, pero sí algunos contaron esa misma escena vivida en Sziget 2014 en un concierto de QOTSA. Este año conocimos al protagonista, quien es israelí, no se pierde Sziget y es casi una celebridad que aparece en muchos de los resúmenes visuales del festival; cada año el público del main stage lo levanta para que vea a la perfección desde donde esté o lo acerca lo más que pueda al escenario, pero el momento memorable de esa costumbre fue aquel concierto de la banda liderada por Josh Homme.
Cabe aclarar que Sziget es un festival 95% accesible; revisando este aspecto sólo hallamos un camino de piedras donde es difícil rodar una silla y las escaleras para acceder a Sziget Beach, aunque seguramente si alguien llega hasta allí en silla de ruedas, 2 o 10 sziudadanos, los que se requieran, le ayudaran a bajar y subir. En el festival siempre que alguien necesite algo todo lo que debe hacer es acercarse al sziudadano más próximo aunque sea un desconocido.
Algo así debieron pensar sobre el mundo en general dos nuevos sziudadanos que llegaron a Sziget literalmente como pudieron: Agus, un español que llegó a Budapest desde Madrid con 0€, lo logró en 10 días gracias a las redes sociales y a los contactos que iba haciendo a través de ellas preparando su llegada al siguiente lugar. Mezerg, un pianista francés que llegó de Bordeaux, Francia, haciendo autoestop y pequeños shows improvisados en estaciones de servicio; mientras él tocaba un amigo iba preguntando al espontáneo público si alguien podía llevarlos… con todo y piano, ¡claro! Así que preferiblemente eran camioneros o personas con un medio de transporte grande, tardó 20 días pero llegó para tocar a diario en el camping francés de Sziget.
Conocimos a un sziudadano que no soportó un año más de no pasar por el festival (llevaba cuatro de no ir) y voló a Budapest desde Singapur, únicamente para estar con sus amigos en el Sziget 25. Vimos un grupo considerable de gente que se despertaba temprano para correr y hacer ejercicio o para alguna de las actividades matutinas de la Isla como meditación, clases de danza o de ajedrez. Pero sobre todo abundaban las personas que bailaban en cualquier lugar y con cualquier fondo musical, sin importar si era una mamushka tocada por dos violines desafinados, ska en el main stage o electrónica en el Colosseum; el interés es disfrutar cada momento sin hacer o hacerse preguntas.
Todos nos inspiraron a estar más activos, más despiertos, con más hambre de cosas nuevas y nos liberaron de exigencias y “peros” que solemos poner cuando algo no nos gusta del todo o se sale de nuestros planes. De esta manera fue extremadamente sencillo dejarse llevar por los sonidos y shows que aparecían mientras caminábamos por las calles de Sziget.
Aparte del escenario húngaro por excelencia (Petöfi Radio) y el World Music Stage, otro lugar perfecto para toparse intempestivamente con algo no planeado era el Europe Stage. Todo comenzó el miércoles por la noche con Alma de Finlandia, muchos nos la recomendaron, fue parte del reality show finlandés de talento musical “Idols” donde quedó en el quinto lugar, después de ello y de su firma con Universal Music el año pasado todo ha sido expansión; pop que apunta a las listas de éxitos.
Días más tarde, el alemán Roosevelt nos enganchó a ese mismo escenario mientras caminábamos hacia el circo. Al final perdimos esa función por quedarnos escuchando lo último de su actuación, tenía un sonido y atmósfera que funcionaba como un imán (no fuimos los únicos que acabamos allí de la misma manera). Lamentablemente en lo que hemos encontrado en la red no suena tan bien como lo que escuchamos ese sábado por la noche.
La jornada del domingo nos dejó tres grupos de tres países y tres géneros: a media tarde nos arroyó la fuerza del nu metal de los holandeses The Charm The Fury; poco después, el hip-hop español de Dremen tuvo bastantes seguidores, tantos que tras su actuación fueron invitados por Radio 3 (Radio Nacional de España) a tocar en la fiesta de cierre del programa especializado en festivales “Noches de Verano”; y ya entrada la noche la sorpresa fueron los rumanos de Greetings Sugar, que definen su música como alternative dark-hearted (alternativa malévola), rock-pop electrónico oscuro al que añaden un poco de luz con sonido de vientos que en ocasiones hace guiños a su país de origen, todo lo que se encuentra de ellos en línea es en inglés pero también los escuchamos en rumano.
La última noche Leyya pasó por el Europe Stage y nos sucedió algo muy parecido a lo de Roosevelt: al circular cerca del área fue imposible no quedarnos escuchando hasta el final lo que esta agrupación austriaca estaba haciendo. Llegaron a Sziget y a varios festivales del verano europeo porque fueron parte del Top 10 del European Talent Exchange Programme, donde se elige a las mejores nuevas agrupaciones del continente para la temporada estival.
La semana pasó sin darnos cuenta, con teatro de calle y danza húngara entre medias, además de ratos con Latalaya (acróbatas y percusionistas en un espectáculo de teatro gigante en el aire), the Black Blues Brothers (5 acróbatas kenianos que juegan con el baile y el humor), la compañía Vavel Circus y “Garbiux” (una representación graciosa alegórica a las barreras lingüísticas) o Píxel (teatro e interactividad con actores coordinando sus movimientos con proyecciones en paredes y suelo).
Y muchas anécdotas o cosas curiosas que suceden en la Isla; que no se pueden resumir pero sí representar con dos ejemplos: El primero es que a esta edición entró la visitante número 8 millones, el ya exdirector del festival recibió a la sziudadana en la entrada con un pase de por vida para Sziget. Y el segundo, algo que hemos denominado “la fiesta del Toi Toi” (Toi Toi es la empresa de baños portátiles más contratada en los festivales europeos), que sería algo como “la fiesta del baño”, la entrada a una celebración en el backstage del Party Arena, escenario especializado en música electrónica, era a través de la puerta de una cabina de baño portátil, así que parecía que todo tenía lugar en el mini baño.
A partir de eso es posible imaginar que Sziget es un lugar donde todo se celebra a lo grande y las cosas más absurdas son lo cotidiano.
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