MARÍA MERIOMA
FOTOS: Sziget España Official, László Mudra, Sandor Csudai
450 mil personas de cien nacionalidades convivieron 24 horas al día en paz durante más de una semana.
Sziget implica prácticamente mudarse de casa durante una semana a un microuniverso que tiene sus pocas normas (se llama “La Isla de la Libertad”, precisamente porque es lo que hay en el festival); sus noticias: alguna cancelación, una prueba de sonido que comienza, las duchas que están llenas; su gastronomía compuesta por platillos de todo el mundo; y hasta su propio gentilicio: sziudadano.
Pero el contacto con el mundo exterior no se pierde, mucho menos entre los periodistas, y durante la semana de la 25 edición de Sziget nos enteramos de unas cuantas noticias desagradables alrededor del mundo. Algunas relacionadas justo con lo que no existe en Sziget: diferencia de raza, religión, preferencia sexual y demás aspectos por los que se suele señalar a otro por ser distinto.
Durante más de 7 días (al recinto y a los campings se puede acceder tres días antes de que empiece el festival) habitamos en una isla personas de alrededor de cien nacionalidades, con todas las diferencias que tenemos entre nosotros, de todas las edades, incluidos bebés y adultos mayores, conviviendo en paz las 24 horas, disfrutando e intentando aprender más sobre el otro.
Los lenguajes que más hablamos fueron: música, teatro, circo, juegos de mesa, deportes y artes plásticas, además del inglés que cada uno pudiese utilizar para las cosas más básicas que se necesitan entre vecinos o compañeros de viaje (más de 450 mil) y así los géneros musicales más dispares se entendieron y el ballet compartió espacio con el graffiti.
Todos tomamos nuestro camino hacia las zonas de nuestra preferencia y las mezclamos con los descubrimiento entre una y otra porque la colocación de los escenarios es perfecta para ir encontrando espectáculos inesperados cuando te diriges a otra parte.
El recorrido por lugares de música empezaba poco después de entrar al recinto, 300 metros más adelante el primer escenario: Volt Petöfi Radio (Petöfi Radio es la emisora pública de Hungría), programación húngara 100% donde pudimos volver a escuchar a Irie Maffia, Bëlga o Cloud9+, tres agrupaciones que son representativas en cuanto a lo que sucede en Hungría a nivel musical desde hace ya tiempo; muy distintas entre sí en concepto y sonido, pues lo único que comparten es el hip-hop, unos casi sumergidos en él y otros con fuertes guiños en algunas canciones.
Este escenario nos regaló el último día algo inesperado con Blahalouisiana, que se puede definir como rhythm and blues, soul o doo wop en húngaro, aunque también tienen algunas canciones en inglés donde suenan menos “originales”.
El escenario de la radio pública húngara no solo tenía público local, pero si lo que deseábamos era hallar una mezcla imposible de nacionalidades, idiomas y sonidos el lugar ideal para encontrarlo era el World Music Stage y para llegar allí había que saltar por el Europe Stage y escuchar lo que salía de la carpa del A38, así que algo que merecía la pena verse se colaba siempre entre un punto y otro.
En el World Music Stage los DJs de Europa del Este son los que firman siempre las mejores fiestas de la Isla a modo de “fiestas del pueblo” o boda, donde lo importante es celebrar y divertirse, en su caso con sonidos balcánicos mezclados de muy distintas maneras según la imaginación del DJ; Firkin o DJ Kosta Kostov fueron el botón de muestra este año. Por su parte, los latinos lograron un ambiente memorable con Electro Rumbaiao y DJ Panko el domingo por la noche. Este último, incluso, añadió una hora más a la programación del día.
La única norma en Sziget en cuanto a la música es que entre las 6:00 y las 10:00 horas no puede haber programación y ningún bar, restaurante o rincón de la Isla emite sonido alguno. Esta norma también se aplica a los sziudadanos cuando se reúnen a hacer batukadas con contenedores de basura a las 6 o 7 AM (especialmente el último día), asunto ante el cual en algún momento llega un hombre de seguridad con un aspecto parecido al imaginario que tenemos de un huno y procede a desalojar la zona del caos. Al final ser libre y tolerante también implica respetar que hay personas que desean dormir por lo menos 4 horas al día y aunque no todos lo hacen, sí es bastante común que los sziudadanos nos movamos más silenciosamente a esas horas si estamos despiertos para dejar al resto descansar.
Descansar, ¿eso se puede en Sziget? Es complicado, pero no imposible y siempre dependerá del lugar en el que se esté instalado para dormir, dentro o fuera de la Isla, cerca o lejos de los lugares de programación, porque los espacios donde no se puede acampar solo son aquellos que implican un riesgo, muy cerca del río por ejemplo, los que bloquean caminos o el lugar del público en los distintos escenarios, de resto incluso se puede acampar a escasos 250 metros del main stage; todo está en el gusto y en el lugar que haya disponible.
Este año también hubo un espacio específico de la programación dedicado al descanso, la zona habilitada para teatro al aire libre se llenaba todos los días justo después de la comida para el sueño guiado del Sleeping Beauty Project, una instalación con música relajante, palabras para acompañar el descanso y accesorios como antifaces para dormir o almohadas que entre las 14.00 y las 17.00 horas invitaban a reponer fuerzas antes de que la programación musical comenzara con la actividad intensa, cuando abrían el main stage y el A38.
Y eso que veníamos preparados para alternar música con el resto de la programación, porque el cartel no prometía mucho y lo pensábamos absolutamente todos: público, periodistas, empleados del festival y la propia organización…
Mañana: A Sziget tampoco le convenció su cartel de 2017
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