MARÍA MERIOMA
FOTO: Sandor Csudai
Aparte de un festival, Sziget es una semana en convivencia con otras personas. Desde su inspiración o base de creación (los campamentos de verano comunistas) parte del encanto que rodea a la Isla de la Libertad es que se crea una comunidad que puede vivir durante siete días experiencias muy distintas que incluyen música con un buen cartel.
Las clases de yoga son un ejemplo de eso: una actividad aparentemente ajena a la idea de un festival de música que sin embargo no se mueve del programa desde hace años. Aunque lo de moverse sea relativo, hasta el año pasado solían ser a las 9:00 de la mañana y dada mi experiencia con ese horario estoy casi segura de que no tenían un aforo grande y en esta edición han cambiado a las 10:00, hora a la que sigue siendo imposible llegar a ejercitarse.
Las mañanas pasan volando, especialmente porque por el horario de México es mejor escribir las crónicas por la mañana y enviarlas antes de que comience una nueva jornada, así que todo se mueve al ritmo de los recuerdos del día anterior.
Como el que dejó Jain ayer, una francesa original de Toulouse que creció en distintos países de África por el trabajo de su padre. Su música originalmente está impregnada de esos sonidos africanos pero ayer la vimos completamente electrónica, abrazando al pop y, por momentos, rapeando con una voz “con tres de azúcar”.
Con sólo un EP y un largo demostró que es un ídolo en Francia, y casi se podría afirmar que todos los franceses de la isla (bastantes, ya que por algo tienen un camping dedicado a su comunidad) estuvieron el viernes a las 16:45 en el A38 emocionados con el homenaje que hizo a las víctimas del atentado de París el 13 de noviembre de 2015 y esperando escuchar “Come”, una de sus canciones más famosas.
Después de hablar brevemente con ella y de que mandara el saludo correspondiente, terminó John Newman en el main stage con una afluencia de público bastante considerable, aunque nada comparado con el turno de Bastille, que fue la presencia más importante del viernes en esas tablas, según la manera en la que llenaron ese espacio y sus alrededores.
El atardecer trató muy bien a los británicos que hace tan sólo dos años pasaron por aquí, y por lo visto, nadie se cansa de verlos, hasta el punto de quedarse embelesados cuando Dan Smith corrió para subirse en la torre del control de sonido para cantar en todas las direcciones en las que se veía público y saludar como si de la reina de Inglaterra se tratara durante una de sus últimas canciones: “Snakes”.
Paralelo al final de Bastille fue el comienzo de K.I.Z. en el A38, concierto al que era imposible entrar, pues los alemanes atrajeron a propios y ajenos en torno a su hip-hop. La carpa roja se veía repleta de gente que no dejaba de saltar o de intentar apretarse más para estar más cerca.
Así llegó el turno de Manu Chau en el Main Stage, quien compitió con otros escenarios sin mucha ventaja, por eso el día 1 fue de Bastille y no suyo; probablemente en el Word Music Stage fue el de Goran Bregovic, también con una dosis de gente bastante considerable. Un concierto que incluyó una sorpresa para todos, ya que poco antes de terminar el concierto salió al escenario un chico con un micrófono en la mano, y ante la mirada de soslayo del resto de ocupantes de las tablas, al poco tiempo entró una chica con otro micrófono pero con la cara completamente roja de vergüenza y sin saber muy bien qué hacer, hasta que el primer invasor le dijo: “Will you marry me?”. Ella respondió “sí” en su idioma, el público aplaudió y el intérprete sarajevés, como si fuese el padrino, le dio la mano a él, dos besos a ella y terminó el concierto con “Bella Ciao”, “Caje Sukarije” y “Kalasjnikov” acompañado de su Wedding & Funeral Band.
Mientras tanto, en el A38 Editors llenaron la carpa igual que el grupo anterior (K.I.Z.) para dar un concierto impecable, pero sin mayores sobresaltos o momentos memorables como el relatado anteriormente. Estuvieron perfectos, en su sitio y con temas con los que en ningún momento bajó la energía que elevaron desde el inicio con “No Harm” y “Sugar”, a quienes les gustan desde hace mucho o poco los dejó complacidos, a quienes no son muy adeptos a su música, tampoco los conquistaron en esta ocasión.
Quienes dieron su último concierto del verano ayer en Sziget fueron UNKLE, la versión del directo con la que giran a la par que el DJ set por estas fechas. La última vez que pisaron la Isla de la Libertad, según comentó James Lavelle, fue hace nueve años y estaban deseando regresar. En general, el público hacía mucho que no podía ver esta presentación así que quienes estaban en el A38 en ese momento de verdad deseaban vivir ese show, con tantos eventos alrededor de la isla a esa hora no había mucho margen para permanecer en un lugar sin razón.
No fue un lleno total como los anteriores en el mismo espacio pero, para quienes estuvimos, dejaron momentos de claroscuro visual y auditivo en la memoria en un concierto que recordaremos durante mucho, mucho tiempo.
DATO DEL DÍA:
“A los españoles no nos gusta el reggaeton” fue lo que tuvimos que decir en la fiesta del Camping Siesta al húngaro que hizo de DJ para una parte de la comunidad de Sziget en España (y de habla hispana).
No queríamos entrar en la polémica de si sí gusta o no, nosotros definitivamente no apreciábamos de manera positiva que amenizaran la primera parte de la madrugada con esa música. Lo anterior dio paso al repertorio de salsa y otros ritmos latinos que fueron tema de conversación pero no muy seguidos en movimiento.
Que los españoles no apreciáramos el reggaeton ayer en la noche no quiere decir que no se haga en otros puntos de la isla, a uno de nosotros lo detuvo un holandés para preguntarle por “la carpa del reggaeton”. ¿Eso existe? Sí, aunque no es una carpa, es un bar que también mezcla champeta con canciones de Juanes, Shakira o Enrique Iglesias.
Si hay escenarios dedicados a la ópera y la música clásica o a los ritmos africanos y antillanos ¿por qué no un bar que centre su oferta musical en la “fiesta latina”? Toda una novedad que compite con los de techno, rock o ambient que existen en Sziget desde hace años.
Para los gustos que rompen géneros, descubrimos en un paseo la tarde del viernes que hay un espacio especializado en pop judío, atendido por su respectivo rabino con una pinta bastante ortodoxa como para que le guste el pop, pero con la formalidad necesaria como para ofrecer kipás a los hombres que se acercan e información a cualquier persona que circule por allí.