ARTURO URIZA
FOTOS: OCESA
Los saldos del Corona cada vez son más raros. Definitivamente el de este año apunta a unas pocas playeras de Joy Division (moda a la baja si la comparamos con años anteriores) y sorprendentemente, muy pocas coronas de flores, a pesar de que una de las cartas fuertes del festival era Lana Del Rey.
Mientras tanto, todo apuntó a que si pides a la gente que te venda un cigarro, nunca te lo venderán, todo lo contrario, serán bondadosos en este ambiente de alegría y patrocinios cerveceros.
SÁBADO
El día comenzaba una ida más a este festival, tan castigado por unos y tan amado por otros, aunque debo admitir que siempre tiene algo que me hace ir. Siempre hay alguna banda que me llame la atención y por la que pienso: “Agh, demonios, otra vez tendré que ir a meterme a ese mar de gente y comprar comida carísima de mediana calidad”.
Gin Wigmore era el primer acto no sólo para mí, si no para todo el festival. Esta chica neozelandesa de la cual no tenía expectativa logró reunir una modesta, pero significativa ola de gente que respondió bastante bien a su mezcla de soft rock y folk buena onda para bailar, con todo y que yo sólo pensaba en cuánto odio que saquen mariachis cuando vienen a México. Luego mi chica me aclaró que esa canción de los mariachis en realidad llevaba trompetas y todo, supongo que era un buen gesto de simpatía honesta.
Parquet Courts, con todo y que era un acto que esperaba y que apunté en la guía de las bandas que no debían perderse en el festival, me quedó a deber. Tal vez era la hora, tal vez eran ellos. Tal vez era el audio, pero definitivamente se sentían desganados. Poca de la energía de sus grabaciones se notaba en esta ocasión.
La exploración de escenarios me llevó a The Struts, una banda que por unos minutos me hizo pensar que era de broma, pero que luego me di cuenta que se tomaba con bastante seriedad eso de querer traer el glam rock de finales de los setenta, principios de los ochenta, o en todo caso de querer ser Twisted Sister o Quiet Riot pero porque les gusta The Darkness y Queen ¿bueno o malo? La descripción por sí misma ya es terrible, a pesar de que no ejecutaban nada mal, pero ¿quién necesita más de eso? Al menos yo, no.
Eryn Allen Kane, una cantante más que quiere revivir el soul pero también ser Janis Joplin, me pareció bastante génerica, igual que Wild Beasts y Marian Hill… Vaya que todas esas fueron horas muertas del sábado.
Luego por ahí apareció Edward Sharpe & The Magnetic Zeros, quienes desde hace años me han parecido tan interesantes como la parte de atrás de un refrigerador, y su show en vivo sólo me sirvió para corroborarlo, además de que eso de la música tan excesivamente feliz y positiva nomás no me va.
Ya oscurecía y uno de los primeros actos verdaderamente llamativos aparecía en el escenario principal. Courtney Barnett, con su armada de tres soltaba los primeros guitarrazos y de repente todo era nostalgia noventera, distorsión y dominio. Es interesante que un sonido heredado de tantas cosas pueda seguir siendo convincente cuando es bien ejecutado y honesto. Las referencias están ahí: el punk rock, el garaje, el rock, el grunge, los noventa, The Presidents Of The USA, Nirvana, esta chica lo sabe y lo estudió, y lo mejor es que en vivo se nota, gran show.
Fischerspooner es un proyecto del que nunca se espera mucho y siempre sorprende. Ya había visto su show alguna vez y sabía que por lo menos en cuanto a canciones, nunca quedan a deber a pesar de no tener tantos hits o de que no toquen sus canciones conocidas. Mientras sonaban las primeras canciones pensaba que no podría haber mejor preámbulo para Pet Shop Boys, y estaba parcialmente en lo cierto, porque por otra parte era un show sólido con mucha identidad y bastante bien pensando, eso a pesar de que algunos de los nuevos tracks sean bastante regulares. Con todo y eso de las mejores cosas que vi ese día.
En lo de Pet Shop Boys no cabía una alma más. O por lo menos no la mía, y eso me decepcionó bastante. A lo lejos escuchaba “West End Girls”, por lo menos. Seguro que ya los veré en algún otro momento como se debe.
Mientras, es hora de un poco de Air. Consciente de que no es precisamente ir a un show energético y animado, ahí estábamos para ver lo que el dúo francés sabe hacer. Y todo bien, y luego más o menos y luego estaba a punto de caer al piso, aniquilado por el sueño y por un set bastante tranquilo, que tal vez habría disfrutado mucho más de haberlo visto más temprano, una lástima.
Animal Collective comenzaron fuertes y psicodélicos, bastante potentes. El juego entre los integrantes es puro y se nota auténtico, las voces, torcidas que me hacen pensar entre Stereo MC’s y los Happy Mondays sobresalían en una cama de sintetizadores y batería en vivo que abusan de gran forma de la repetición y distorsión. Hora de irse a casa.
DOMINGO
Hay un fenómeno bastante singular en la curaduría de artistas para este festival, que nunca he entendido. Muchas son bandas desconocidas, que se ven bastante “nuevas” y que supongo, utilizan como propuesta, pero que sin embargo nunca lo son, caso específico de las dos primeras bandas que abrían este día el festival: Delorentos y A Silent Film, ambas tan trascendentes como el señor que vendía las mercancías o los que hacían activaciones de productos.
Allah-las lo hicieron bien pero no fue fabuloso y Bleached ya era un poco garantía y se sabía a qué íbamos. Yuck tal y como lo esperaba, fue un gran show, que me recordó más a Weezer que a Dinosaur Jr. Pero todo bien.
Horas después, mientras esperaba para comprar una cerveza y me dirigía hacia el puesto de empanadas, sonaban los creadores de ese gran hit, famoso por aparecer en múltiples comerciales, llamado “Young Folks”… Igualmente, nada que valiera la pena.
Super Furry Animals eran la banda elegida para la transición de tarde-noche. Bastante simpáticos y con un show de rock lleno de bromas, como de esas bandas que tienen la cualidad del mago de fiesta que saca letreros y disfraces. Bien a secas, por lo menos lo que vi.
Jesse Hughes y sus Eagles Of Death Metal, sin Josh Homme como ya es costumbre, eran los primeros en todo el día que encendían de verdad el festival. Con todo y que ya sabemos de qué van estos actos de rock, vaya que sigue siendo sorprendente cómo unos buenos guitarrazos pueden levantar el espíritu de una forma tan efectiva e inmediata. Guiño a Bowie con un cover a “Moonage Daydream” y todo. De lo mejor del día y aún se ponía mejor.
Un cachito de Warpaint y uno de Grimes, en verdad cachitos porque me tuve que perder unas horas entre las idas al baño y las pláticas necesarias. Unas bien y otra nada mal, hablando de Warpaint y de Grimes. Y luego… sí, sí vi a Lana Del Rey.
Creo que Lana del Rey es una artista muy castigada, principalmente por la comunidad “rockera” por varias razones; algunas las entiendo otras para nada. Y me arrastraba la curiosidad ¿qué hará la llamada reina de las baladas letárgicas? ¿nos vamos a dormir? Pues no. Bastante linda apareció con un ensamble de músicos discreto pero efectivo, y la gente gritaba como si de la resurrección se tratara. Ella se veía modesta y con muy buena actitud. Una voz limpia y bonita, sin ser espectacular. Nada mal, con todo y que varias de sus canciones parecen covers de “Wicked Game”, de Chris Isaac.
Kraftwerk, con todo y algunos problemas de audio siempre serán llamativos, pero con todo el dolor de mi corazón hoy veníamos a algo y eso era…
LCD Soundsystem
Unos veinte minutos antes para agarrar buen lugar, que se convirtieron en cuarenta y cinco; los ánimos estaban altos pero las piernas estaba bajas. El frío había desaparecido gracias a que todos, muy pegados y formaditos esperábamos a James Murphy y su, por qué no decirlo a estas alturas, legendario séquito de músicos.
Y de repente las pantallas mostraban todo el equipo que LCD traía para hacernos creer de nuevo en la música en vivo, y en los conciertos masivos, y en los festivales, y en ir a cansarse por horas y comprar cervezas caras de calidad dudosa. Todo, absolutamente todo, valió la pena cuando sonaron las primeras notas.
Debo hacer un apunte aquí. ¿Han sentido ese cinematográfico momento en que el tiempo pierde todo sentido? Todo pasa rápido, con lapsos de cámara lenta en momentos cumbres, y la relatividad en todo su esplendor.
Y James Murphy tocando las percusiones y de repente toda la gente brinca y grita y el mundo es bueno y suena “Us vs. Them” y gritas y los demás gritan y vaya, ¡qué fabuloso estar vivo en este momento, en este lugar! Años y años de espera y al fin estábamos ahí, y el escenario parecía estar en fuego.
¿Lo mejor? Era apenas la primera canción y nos íbamos a aventar dos horas de set, que bien pudieron haber sido cuatro. Murphy entre canciones inhalaba oxígeno y tomaba vino, y demostraban con cada compás y cada golpe que no importa la edad, no importa si tienes veinte años o eres un hombre entrado en la madurez y vives en Nueva York y lo amas a pesar de que te esté llevando para abajo.
Qué emocionante ver un show como este, qué gran concierto, te lo perdono todo Corona Capital, te perdono la lluvia de hace unos años y que bajaran a Massive Attack, te perdono los baños sucios y la comida mala, te perdono todos los indeseables borrachos y la niñas gritonas, te lo perdono todo, porque me hiciste el año con LCD Soundsystem, una de las bandas que ahora sí puedo decir que son de las cosas más increíbles que le tocó a mi generación, una leyenda viva.
James Murphy para presidente. Que el mundo arda, pero vamos a bailar mientras suena LCD con su nihilismo disco-punk, con los timbales del infierno, con Nancy, discreta pero poderosa, con Pat dando clases de estilo en esa batería que nunca pierde sus dieciséis tiempos. Si tan sólo mis amigos estuvieran ahí, como dice la canción con la que cerraron. Si tan solo pudiéramos compartir más momentos así, si estuviéramos juntos y la nostalgia nos atacara mañana cuando platicáramos de lo fabuloso que fue este show.