ARTURO URIZA
“Overpowered” de Róisín Murphy es, sin dudarlo, una de las canciones más fabulosas de la música electrónica y del pop de la primera década del Siglo XXI. Y a pesar de que no sean dos de los campos a los que me he empeñado en conocer a profundidad, se notaba desde sus días en Moloko que había algo diferente en esta cantante irlandesa.
A la rubia le acompañaba un ligero halo de oscuridad desde el principio, y dentro de los beats de su música, creados exprofeso para la pista de baile, existían ciertas texturas provenientes de un house salvaje que se besuqueaba con el rock más glamuroso de los ochenta, cosa que hasta hoy le acompaña.
Murphy es alguien que parece tomarse las cosas con calma, que no se apresura, que mide el camino y ve cuál es el mejor vehículo para recorrerlo; es definitivamente una mujer inteligente y eso se nota en su música. Yo no esperaba mucho de este nuevo material, tal como no lo esperé con el anterior (el cual me encanta hasta la fecha), y debo decir que otra vez lo hizo, logró sorprenderme.
Si bien nos encontramos con un trabajo mucho menos explosivo, ahora nos topamos con un álbum fino y taciturno, lleno de ritmos alienígenas –basta escuchar “Exploitation”, con sus síncopas movedizas y ritmos mutantes mezclados con jazz coctelero– donde la voz predomina de formas escalofriantes, o “Hairless Toys (Gotta Hurt)”, una canción que, sin exagerar, podría haber salido de algún disco de Portishead. Si bien el registro de Gibbons es mucho más potente y melodramático que el de Murphy, la intención y melancolía de la voz están ahí, lo cual me parece importante recalcar, ya que es una constante en toda esta nueva entrega.
Hairless Toys es un disco nocturno, lleno de paisajes citadinos, de edificios derritiéndose con la ronca voz de Róisín, con luces rojas y carreteras en línea recta, con una cálida y ralentizadora ola de sintetizadores que surfea los acolchonados y profundos bajos que parecen bullir del mar, más que ser ejecutados por manos humanas… todo acompañado de una voz madura y extremadamente sexy, justo como el buen pop lo exige.
La mayoría de las canciones superan los cinco minutos y medio de duración, una declaración de principios donde Róisín deja claro que no le importa la comodidad del sencillo fácilmente radiable, y eso es de respeto, sobre todo en una época en que el pop sigue edulcorado y dominado por la fórmula simplona y básica.
Necesitamos pop inteligente, necesitamos mujeres como Róisín Murphy.
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[…] Paula Barouh es el nombre de esta artista que apostando por un estilo elaborado, llenos de pasajes electrónicos y obscuros, nos recuerda un poco a esas bandas interesantes de los noventa como Kosheen, Republica o Moloko… incluso a la etapa solista de Róisín Murphy. […]