@dannacampos
Se acabó el verano y con él, mis ganas de escribir sobre bandas que me contagien esa felicidad que sólo da esa época del año. He descubierto música de la Costa Oeste de Estados Unidos, pero ahora mucho más al norte de Los Ángeles, en las frías nieblas del Área de la Bahía, las cuales, paradójicamente, son más gélidas en julio y agosto que en diciembre.
Day Wave tiene un nombre que podría recordarnos a Wavves, aunque en realidad se trata de una banda surgida apenas en 2015, cerca de la ciudad de San Francisco.
Mientras muchos idealizan esta última ciudad por ser la meca de la industria tecnológica y el epicentro de las ideas revolucionarias y culturales de mitad del Siglo XX, hay otras metrópolis cercanas que no se destacan por su esplendor, sino por ser una versión más chica de ciudades como Seattle o Liverpool, al ser más frías e industriales.
En esta ocasión hablamos de Oakland, el llamado “patio trasero” de San Francisco que vio nacer a esta banda de new-wave y shoegaze.
Hablo de ciudades, de música y de bandas como Day Wave para tratar de representar en palabras su sonido bien influenciado por New Order, My Bloody Valentine y proyectos mucho más recientes como DIIV. Y podría quedarme ahí, pero el otro día me encontré con un artículo de una revista inglesa que, en esencia, trataba de explicar cómo el ambiente de las ciudades moldea las escenas musicales de cada una de ellas.
Es intrigante saber qué tiene cada ciudad como Berlín, Londres o Detroit, para haber creado movimientos creativos tan fuertes (en cuestiones de música), aunque difícilmente la crítica pone el ojo sobre ciudades que se encuentran cerca de las mecas de la música. Nadie fija la vista en Oakland y, de hecho, ¿qué demonios hay que ver ahí cuando puedes andar en bici por el Golden Gate e ir cada tercer día a un concierto en San Francisco?
En este caso, la música de la banda liderada por Jackson Philips resuelve el misterio de Oakland y te permite, a través de canciones lúgubres, sentir que caminas por los puertos cargueros de Oakland una tarde de verano, fría.
Y esa es precisamente la esencia de Day Wave: Paradojas por todas partes, tanto como el clima y el ambiente de la ciudad que los vio crecer. Aunque su gloom-pop está rodeado de tristeza y melancolía (en sus letras y en la mitad de su sonido), Day Wave carga con el peso de una influencia latente del surf-rock del sur de California en cada uno de sus riffs, aunque no logra empatar con ese optimismo del todo.
Su sonido minimalista, rodeado de ecos y reverberaciones que parecen grabadas en alguna bodega del puerto, nos permite entender cómo Oakland tiene potencial para ser el epicentro de un sonido tan definido como lo fue el grunge de Seattle.
Estamos más allá de la mitad de 2016 y ya se dejan ver bandas como Day Wave, Night Shapes y O.C.D, que pueden darle a Oakland (y al shoegaze) una nueva importancia musical geográfica, aunque esas son otras historias que quizá contemos en un próximo #ReporteUS.