SAMUEL VALDÉS • El nuevo progresivo desde Manchester.
Trojan Horse, de Salford, suburbio de Manchester, toman su nombre del infame caballo por dos razones tajantes: una pasión por cómo la historia y la mitología se confunden, desvaneciendo la verdad de un suceso, y por otro lado, algo que tiene que ver con su sonido: “si adivinas cómo sonarán nuestras canciones, no estamos haciendo un buen trabajo”.
Esa frase del cantante y guitarrista Nick Duke se refiere al a veces esquizofrénico sonido de la banda, mezclando los momentos clásicos del progresivo de King Crimson y Quatermass con los momentos experimentales de la BBC Radiophonic Workshop.
Autodenominados como “Prog Nouveau”, Trojan Horse adoran poner capa tras capa de instrumentos en su música, creando una auténtica barrera de sonido que no colapsa sobre el escucha. Las canciones pueden ir de un simple riff pesado al estilo Mastodon a extrañas atmósferas espaciales que llenarían de orgullo a Delia Derbyshire.
Las letras y canciones se fijan en una era significativa para Manchester: la revolución industrial. Al igual que Sheffield, Manchester fue una central de fábricas, ensambladoras e industrias textiles que definieron el ambiente y el arte. Letras sobre Marx y Engels, derechos de obreros y hasta la muerte térmica del universo vienen a juego en las enredadas pero disfrutables canciones que el cuarteto crea.
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Con dos discos en su bolsillo (Trojan Horse y World Turned Upside Down) y múltiples colaboraciones artísticas con otros músicos de Manchester, Trojan Horse trae un Nuevo Progresivo que demanda atención pero la recompensa en forma equitativa.