CYNTHIA RODRÍGUEZ
Del stoner más elemental a la balada folk.
Gran parte de los comentarios que recibe Hero Fisher están relacionados con su aspecto físico. Es rubia y bonita, tiene nariz perfecta, ojos azules y labios color carmín. Pero su sonido es feo, en el buen sentido de la palabra: feo, fuerte e informal.
Hay algo de polvo y de arena escondida entre su música, más allá del hollín y el smog de su residencia en Londres. Sus padres son australianos y la criaron tanto en las ásperas antípodas como en la existencialista Francia. Si a esto le agregamos la melancolía británica y el nomadismo en general presente en quienes tienen varias casas y varios hogares, podemos apenas entender el por qué de la intensidad en sus temas que navegan entre el stoner más elemental y la balada folk que de dócil no tiene nada y de reflexivo lo tiene todo.
Casi como los vampiros de Only Lovers Left Alive, los temas de Hero Fisher son inmortales e internacionales: alaridos del Medio Oriente sobre una guitarra del Lejano Oeste, la cadencia de un sótano neoyorquino trasladada a las calles de Deptford, la franqueza del blues recién grabado en un vinilo de los años veinte que ha viajado a los tiempos del streaming en vivo.
Los padres de Fisher tenían una extensa colección musical, de la que seleccionaban libremente para hacer compilados en casete para armonizar los viajes en automóvil. Así aprendió a amar toda la música y a nunca decir “de esta agua no beberé”. De hecho, si tuviera algún proyecto alterno, sería una banda de punk.
Por ahora, Hero Fisher se divierte por su cuenta, con sus amigos ayudándola de vez en cuando en vivo y en el estudio. Este mes salió a la venta Slipstream, su primer EP, disponible de manera digital en los sitios de costumbre y, a propósito del Record Store Day, en vinilo de 10” en edición autografiada.
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