CYNTHIA RODRÍGUEZ
Esta semana tenemos una recomendación cinematográfica que no pueden perderse: Amy, el nuevo documental sobre la vida de Amy Winehouse.
Dirigido por Asif Kapadia –la mente detrás del galardonado Senna–, Amy cuenta la historia de la malograda cantautora a través de la artista misma y de sus compañeros más cercanos, confrontando las opiniones de los tabloides con videos caseros y las bromas de mal gusto con evidencias sobre un ser humano que iba más allá del escándalo.
De manera cronológica, vemos cómo la joven londinense comienza llena de ánimos e ilusiones, acompañada de amigos fieles, incluyendo a su representante. Tenemos las narraciones en off de las mismas personas, sin apariciones de las tradicionales talking heads sedientas de protagonismo que solemos ver en VH1. Aquí el tema no son los amigos, ni los padres ni las parejas, sino las maneras en las que Winehouse reaccionaba ante ellos y sus decisiones propias o manipuladas.
Es triste ver cómo la mirada pispireta y la destreza verbal y mental se van desmoronando al mismo tiempo que la cantante pierde su privacidad y autonomía. Sus familiares ignoran sus actos autodestructivos y su padre Mitch desperdicia la oportunidad de salvarla antes de que sea demasiado tarde.
El mismo Mitch ha reaccionado de manera negativa ante el documental, pero los archivos audiovisuales son presentados tal y como son, incluyendo el desastroso documental en el que va a interrumpirla durante su temporada sabática en Santa Lucía. Y ni qué hablar del gran amor de su vida, de cuyo nombre no hay que acordarse, pegado a ella y a los reflectores como un vil Bobby Larios británico.
La cinta presenta su fascinación por la música y su naturaleza adictiva. Su amor por todos menos por ella misma. Su curiosidad casi infantil y su humildad sobrecogedora, recordando el momento en que se emociona como adolescente al recibir el Grammy por parte de Tony Bennett y Natalie Cole. Emoción que no se desvaneció tiempo después, cuando grabó un dueto con el primero y estaba a punto de recuperar su carrera y su vida.
Senna fue un documental que logró impactar tanto a aficionados de la Fórmula Uno como a quienes solo tenían una vaga idea sobre el piloto Ayrton Senna y el motosport en general. Y lo mismo puede decirse de Amy: seas admirador, detractor o aunque ni siquiera escuches ese tipo de música –como quien escribe esto–y te haya valido poco la historia mientras ocurría en vivo, te conmoverá del mismo modo y dudo que salgas del cine sin haber derramado una lágrima.
Tanto Senna como Amy cuentan la tragedia del héroe que cae hecho trizas antes de alcanzar el final feliz, la estrella que brilló intensamente antes de estallar sin remedio, dejando solo la belleza de su obra y la incertidumbre de lo que no pudo ser.
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