CYNTHIA RODRÍGUEZ
Con tantos actos sacados de la manga, payola y mainstream, el festival de Glastonbury sigue alejándose de su espíritu original.
Si hay un festival británico que es conocido y reconocido alrededor del mundo, ése es Glastonbury. Con un historial de más de cuarenta años, este evento ha hecho que millones de personas centren su atención en una pequeña villa al sudoeste de Inglaterra, durante todo el último fin de semana de junio.
Michael Evis creó Glastonbury con la finalidad de hacerlo libre al público, celebrando un estilo de vida alternativo a lo que exaltaban el gobierno y los medios masivos. Pero de ser el lugar en el que los raros se escondían de sus bullies, ha pasado a ser el centro de reunión en el que puedes encontrártelos.
“Tanto mainstream que ahoga”
Con actos tan sacados de la manga como Laura Mvula y Emeli Sandé, quienes se han adueñado de las listas de popularidad de la noche a la mañana, están también, curiosamente, personajes que le gustan a tus papás, como Kenny Rogers, Chic y los Rolling Stones, en lo que parece ser una brecha generacional para Michael y su hija Emily –quien se ha encargado de los lineups desde hace algunos años– de “ser ruco es chido”.
El espíritu de “no creas en nadie mayor de 30 años” ha sido reemplazado por “sigue todo lo que le gustaría a los mayores de 30, pero compórtate como un menor de 18”. Uno de los actos de clausura, en una bromilla hipermoderna a la que todavía no le encuentro el chiste, fue Bruce Forsythe, caballero de la orden británica y milenario presentador de reality shows; una especie de René Casados con la antigüedad de Chabelo.
Y no es que esté mal contar con algunos actos “mainstream” para toda la familia (otros años hemos visto a Shirley Bassey y James Brown). El problema es que hay tanto “mainstream” que ahoga. No hay suficientes alternativas, y las pocas que hay, son escalofriantemente conformistas: Mumford and Sons, Noah and the Whale y otros hijos del espíritu “Keep Calm and Carry On” que el gobierno liberaldemócrata-conservador de David Cameron y Nick Clegg trata de endilgarnos hasta la pendejez. Los Mumfords, por si no lo sabían, son egresados de Eton, una serie de colegios elitistas que cuenta también con Primeros Ministros, empresarios y miembros de la realeza entre su lista de alumnos y que cuesta mucho más que otras preparatorias privadas. En otras palabras, los turistas socioeconómicos de los que nos advertían Pulp en “Common People”.
El Hombre amansador y amensador que distorsiona la historia y se disfraza de autenticidad.
El problema no está en ser adinerados, porque Jake Bugg es de un sector podrido de Nottingham y sigue siendo tan postizo como las uñas de Niurka Marcos. Sean ricos o pobres, el problema está en la manera en la que decidieron rebelarse: tomando el folk y el blues del cinturón cristiano de Estados Unidos, donde los nietos de los confederados robaron los cantos de dolor de los esclavos afroamericanos ya sea para quedar bien con la raza, continuar esparciendo la ideología de odio de sus antecesores colonos o para reemplazar las letras revolucionarias con berridos sobre problemas primermundistas. Esto lo siguen haciendo personajes norteamericanos como The Lumineers y Seasick Steve, quienes también estuvieron en Glasto… pero cuando lo hacen los ingleses se ve peor. Buscan rebelarse contra El Hombre prefabricado de los espectáculos de talento, para terminar siendo El Hombre amansador y amensador que distorsiona la historia y se disfraza de autenticidad.
Lo rescatable
Pero no todo es lodo. Algunas presentaciones fueron tan soleadas como el clima. Portishead fue estremecedor, y los nuevos loquitos Everything Everything, HAIM, Savages, Goat y The Horrors no estuvieron nada mal. Sin embargo, pasaron desapercibidos entre tanta llamarada de petate y tanto indiefolk-bluesgrassero.
Es una grosería que monstruos como Public Image Ltd y Public Enemy estuvieran relegados a escenarios menores, mientras que Laura Mvula –una recepcionista de Birmingham cuyo apellido de soltera es Douglas y a quien quieren vender como una emperatriz exótica aunque sea más británica que el fish and chips– recibe su patadita de la buena suerte en el Pyramid Stage… ¡Menos payola, más diversidad, por favor!
Podría hablar de otras razones por las que Glastonbury no es tan bueno como antes: que cambiaran al grupo de seguridad por los (ir)responsables de los agresivos Reading and Leeds; que construyeran una cerca para evitar que hippies polizones se metieran a enriquecer la atmósfera y darle anécdotas que contar a los asistentes; que el sistema electrónico hiciera tan difícil conseguir boletos; que Emily Eavis tuviera pésimos gustos musicales, que anunciaran al lineup con meses de anticipación para que los fans de ciertos grupos acapararan los boletos cuando antes era una sorpresa para el mismo fin de semana… pero mejor ahí lo dejo.
* Para más información sobre el asunto de los Mumfords, lean este artículo de The Quietus.
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[…] como por su esposa Samantha. Su pasado elegante y su estilo poco amenazador fueron suficientes no solo para encabezar festivales como Glastonbury, sino para tocar en La Casa Blanca frente al presidente estadounidense Barack Obama bajo […]