ESTEBAN CISNEROS
No sé cuántos artículos más que intentan diseccionar a la generación joven de ahora hay que leer. La mayoría son intentos vanos, sobre todo porque pasan por alto que esa generación no está muerta.
Son intentos de vivisección sociológica, con un natural miedo-a-lo-nuevo y una inevitable incomprensión. Como si los ahora adultos hubieran sido todos inductores del progreso y lumbreras absolutas. Como si todo fuera culpa de los nuevos.
Pero la integridad no tiene edad. Cuando las condiciones exigen probidad y aplomo, ahí habrá alguien que lo brinde. Voces que sepan articular lo que sucede – y si son afinadérrimas, mejor.
Jorja Smith nació en 1997 en Walsall, pequeño pueblo industrial en las Midlands, hija de padre jamaicano y madre inglesa. Ha conocido la indignación de primera mano. Y sabe que una canción puede ser un pequeño manifiesto; que un teléfono puede ser un instrumento de batalla – y no necesariamente para denunciar el mal ajeno captado in fraganti, sino para prenderse primero a uno mismo: se grabó en una tarde para su video de “Where Did I Go?”, una serie de primeros planos que más que narcicismo son al mismo tiempo vindicación e introspección. Es una canción de desamor, sí, pero también de cuestionarse y crecer; y de tomar partido, de buscarse a partir de la pena y de volverse a levantar.
La voz (y pose y postura) de Smith remite de inmediato a Erykah Badu, su estilo al de su heroína Amy Winehouse, su manera de escribir a la de Lauryn Hill. Y sí, es parte y continuidad millenial de esa escuela de inicios de siglo que se hace vieja a velocidad de mareo; es pura integridad, circunspección y agallas, lo que también habla de la persistencia de problemas (heredados) que las sociedades no han sabido o querido resolver.
“Blue Lights”, por ejemplo, expone con redaños la violencia racial que nunca se fue y que amenaza con crecer en tiempos de Brexit. Fue su primer single digital, grabado ya en Londres, a donde se mudó.
Jorja Smith hace música importante. Cuenta historias, levanta la voz. Y se le va a descalificar con las mismas estúpidas falacias de siempre. No nos las creamos. La música aún habla claro y fuerte. Como “Beautiful Little Fools”, escrita por Jorja Smith a los 16 tras leer a una Daisy despeñada en El gran Gatsby: “Lo mejor que una niña puede ser en este mundo es una hermosa y pequeña tonta”. Smith hace un himno contra esta noción como sólo una adolescente lúcida puede. Una maravilla.
Jorja Smith ha lanzado todas sus canciones en digital y no deja de componer y grabar, además de colaborar con otros artistas. Lo está haciendo en grande –y no es una cuestión de fama, sino de reputación. Porque la integridad no tiene edad. Cuando las condiciones exigen probidad y aplomo, ahí habrá alguien que lo brinde. Voces que sepan articular lo que sucede –y si son afinadérrimas, mejor.
C/S.