DAVID MELÉNDEZ
Después de la conquista viene el olvido… y la nueva vida.
Pocos grupos han tenido la dicha de embrujar oídos, corazones y décadas, retirarse hasta alcanzar el olvido y regresar por toda la magia sonora con la que dejaron impregnada la bóveda celeste de la música.
Lush, el cuarteto que tocó intensidades melancólicas de estratos llenos de hadas, parajes místicos y matizó el término “dream pop” con toques prístinos de belleza auditiva extra, vuelve después de veinte años para constatar si su leyenda aún está presente entre las nuevas generaciones. Como siempre pasa, su final allá por 1996 se gestó con una macabrada del destino: el suicidio de su baterista Chris Acland.
Pero, ¿de dónde sale esta inmejorable noticia? De un pequeño “chisme” que se incineró como pólvora vía Reddit, donde se confirmaba que dos de las mentes maestras (más el bajista Phil King) de uno de los grupos clásicos de la disquera 4AD, Emma Anderson y Miki Berenyi, trabajaban arduamente en un pequeño EP con nuevo material para ser lanzado durante el primer bimestre de 2016. Lo impactante del asunto es que este mini álbum, aún sin título, está siendo pulido y producido por Daniel Hunt (sí, leyeron bien, de Ladytron) y Jim Abbiss (trabajador británico detrás de los controles para bandas como Artic Monkeys, Kasabian y Adele).
La fecha de “lanzamiento” de este renacimiento será el próximo 30 de abril, en el titánico escenario de la Manchester Academy, donde también será el primer concierto de Lush en lustros. Pero, en cuestiones discográficas, el final de 2015 nos dio un par de reediciones: primero, la placa Ciao! Best of Lush (que no es otra cosa que un “grandes éxitos”) y, dos, una caja de edición limitada llamada Chorus, donde encontramos sus tres discos de estudio —Spooky (1992), Split (1994) y Lovelife (1996)—, además de una colección de rarezas (demos incluidos), sus B-sides y material nunca lanzado al mercado. El plus, lo da el arte de Chris Bigg, que junto al hechicero de la imagen Vaughan Oliver, fueron responsables del arte de sus discos en los noventa.
Sin embargo, el detonante de esta reunión, lo crean o no, fue cuando los integrantes de Lush vieron con sorpresa que Ride y Slowdive se volvían a reunir para tocar en festivales, y que todas las nuevas generaciones los aclamaban como si fueran unos Ungidos de la música. Aunque, hay que decirlo: tanto Berenyi como Anderson siempre han palpado la “desilusión” de que en los libros que hablan de los años noventa Lush apenas es recordado en un par de líneas.
Como dato curioso, en 1992 Lush estuvo presente en el festival Lollapalooza que organizara para Estados Unidos el cantante Perry Farell, siendo Berenyi y Anderson las únicas mujeres presentes como músicos en aquella edición.
Ojalá que ese toque melancólico de shoegaze abrazante, con coletazos de oscuridad angelical cortesía de cuerdas vocales agudas como ángeles en ascenso a la beatitud de lo celestial, siga corriendo por sus venas sonoras. Lush merece cualquier crítica positiva que exista en este planeta porque alguna vez rozaron el Olimpo de la música.
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