DAVID MELÉNDEZ
De entrada, Mark Fell es un dee jay nato, que con su proyecto SND (junto a Mat Steel), pisó la estrambótica línea del glitch.
Pero, en la actualidad, es un reconstructor de sonidos electrónicos, vía las más disímiles formas, con la ayuda de aparatejos como sacados de una película de ciencia ficción e instrumentos musicales más formales y comunes.
Es cierto, Mark se despega de todo lo conocido sobre los escenarios porque su acercamiento al “suceso en vivo” es totalmente ajeno a lo establecido. Para él, los conciertos siempre representan cosas, sentimientos, estigmas o momentos específicos. Entonces, cuando muestra su música sobre los escenarios, destruye sus melodías de estudio y las vuelve una amalgama de experimentación y viaje casi filosófico, para que el escucha evoque por medio de la música, otros terrenos ajenos a su perspectiva y realidad.
Además de ser un artista sonoro, Fell también reacciona a contracorriente. De ahí que, aunque haga instalación sonora o se presente en un festival, su acercamiento sea desprenderse de todo el bagaje conocido y tienda a criticar de forma vedada el estilo de vida de los dee jays comerciales donde es más importante tener automóviles de lujo, chicas exóticas de groupies y contratos con marcas comerciales famosas, que ofrecer música de calidad.
Mas, ¿cómo lo critica? Sencillo: puede “tocar” su set con la mochila sobre sus hombros, en clara señal de que se marchará en cualquier momento; o permanecer impávido por más trepidante que esté el beat de lo que programa o selecciona. Vaya, le interesa que la audiencia no se emocione por los ademanes del intérprete, sino que por medio de lo que escuchan sus oídos, el público decida si es válido bailar, sentarse o pirarse hasta el paroxismo.
Así que no se asusten si en el festival Nrmal 2016, Mark Fell toca una canción y parece que no tiene ganas de “estar” ahí, sino que anhela que el escucha haga un análisis dimensional de su música.
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