JOSÉ A. RUEDA
FOTO: César Martin Diez / Facebook
Que nos permitan nuestros compañeros del Reporte Chile hablar aquí de la música que se hace por esas tierras. Es obligado, porque Papaya es, en esencia, Yanara Espinoza (también alma máter de Violeta Vil) que, aunque nacida en Canarias, corre sangre chilena por sus venas. He aquí la primera singularidad de sus canciones: el acento. Que conste que no estoy confundiendo el dialecto canario con el hispanoamericano (algo, por otro lado, completamente normal), ya que desde el minuto uno podemos situar esas realizaciones de la elle y la i griega en algún punto de Sudamérica. Y esto aquí en la Península nos resulta inevitablemente exótico.
Tanto para las grabaciones como para los conciertos, Yanara se refuerza con algunos músicos como Soledad (Le Parody) a los teclados, Sebastián Litmanovich (Cineplexx) a la guitarra y, sobre todo, Miguel Aguas, de Jonston, que además de acompañarle con el bajo, plasmó junto a ella los bocetos que conformaron el primer repertorio de Papaya. A lo mejor la sabiduría de Miguel en lo que a melodías pop se refiere podría haber influido en la manera de componer de Yanara. Pero diríamos que no, puesto que lo que enseguida se desprende de su disco debut No me Quiero Enamorar es una aprehensión del pop latinoamericano de los setenta y los ochenta, recogiendo tanto la colisión del beat con la música melódica en castellano (de los chilenos Tiza a los argentinos Los Twist) como la oscura elegancia de la new-wave iluminada por la sensualidad latina (en consonancia con parte de la vanguardia chilena de hace tres décadas: Upa!, Banda 69, Viena y quizá Los Prisioneros, aunque con menos carga de rock’n’roll). Por si fuera poco, la imagen andrógina de Yanara conecta con la época dorada de los sintetizadores y recuerda, por qué no decirlo, al icono del synth-pop británico Annie Lennox.
Tras su paso por Discos Walden, disquera indie con sede en Madrid, la también madrileña Jabalina (con larga experiencia en esto del pop independiente) ha apostado fuerte por ellos y son los responsables de lanzar el primer largo de Papaya. Un sabroso cóctel de pop refinado y ritmos de guateque que se desmarca de todo lo que en España nos suele ofrecer la escena alternativa. Un chorro de agua fresca para regar el terreno indie, el cual a veces parece estar a punto de marchitarse entre poses monótonas y sonidos mil veces oídos.
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