JOSÉ A. RUEDA
FOTO: Javier Rosa
Murcia, esquina peninsular famosa por sus secas tierras que milagrosamente dan los frutos de su popular huerta. Murcia, prejuzgada por cierta parálisis en el tiempo que se justifica en los trazos ochenteros de su arquitectura o el mantenimiento de homenajes al antiguo régimen.
Murcia, paisaje desenfocado que inspira, generación tras generación, a una sarta de artistas que han convertido este lugar, contra viento y marea, en una de las células creativas más excitantes del Estado español.
Aquí se rompe con todo: con el pop, con el rock, con lo que llaman indie, con la tradición… Se destruye, se hace añicos. Luego se recogen los pedazos para reconstruirlos a la manera de cada cual. Y así es como han venido saliendo propuestas tan personales como la leyenda del indie-pop Antonio Galvañ, las áridas melodías de Lidia Damunt, los desaparecidos Klaus&Kinski, los surrealistas Murciano Total o los irreverentes Perro. A esta pequeña lista (que solo es la punta del iceberg del poderío musical murciano) apunten Crudo Pimento.
Si su primer elepé pasó sin pena ni gloria, el que editaron este año, titulado Fania Helvete, ha tirado abajo de una patada la puerta de la escena alternativa de este país. Detrás de Crudo Pimiento están Raúl Frutos, músico precoz de los de casta, que pasó de recorrer la Región de Murcia con su padre al compás de músicas tradicionales para, una vez entrado en la adolescencia, berrear en bandas de punk y metal. E Inma Gómez, fotógrafa y promotora de conciertos que, gracias a Crudo Pimiento, se ha puesto por primera vez delante de los instrumentos.
He aquí el contraste: el de Raúl, un músico curtido en mil sonidos, con Inma, una chica que cumple uno de los requisitos básicos de la idiosincrasia punk: el amateurismo.
Triturado todo su espectro de influencias, Crudo Pimiento recomponen las piezas en Fania Helvete, convirtiéndolo en un viaje por carreteras serpenteantes que van desde sonidos caribeños hasta rock metal vigoroso pasando por sendas de blues polvoriento. Todo remachado con una instrumentación de fabricación casera, muy característica del folk afroamericano primigenio.
En el caso de Crudo Pimiento, estas creaciones de bricolaje sonoro se deben al otro reguero de sangre que corre por la venas de Raúl: además de la estirpe musical, su familia ha vivido también de la fabricación de envases alimentarios. Y con alambres y retales de acero, Crudo Pimiento engendran ritmos imposibles traqueteando botes de pimentón. Más murciano, imposible.
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