JOSÉ A. RUEDA
Si dividimos la música popular de España de los últimos 35 años en dos acontecimientos primordiales –la Movida de los ochenta y el indie de los noventa y los dos mil–, pocos artistas pueden presumir de haber formado parte activa en ambos.
Christina Rosenvinge, el icono independiente que robó el nombre de “Los Subterráneos” a Los Planetas y que salió con Nacho Vegas, es la misma que con 15 añitos, manteniendo una relación con Jaime Urrutia (Ejecutivos Agresivos, Gabinete Caligari), comenzó su carrera en los primerísimos coletazos de la nueva ola cañí.
Era 1979 cuando Ella y Los Neumáticos aparecía entre el cupo de artistas nuevaoleros del powerpop desenfadado en el que también estaban los Kaka de Luxe, de Alaska y Fernando Márquez “el Zurdo”. “Cuando las mujeres mandan, ¿mandan realmente?”, se preguntó muy acertadamente el Zurdo allá por 1981 cuando repasaba en el libro Música Moderna los grupos que habían irrumpido en la España de la Transición. Se refería a las féminas que encabezaban bandas siendo, en realidad, maniquíes manejados por algún líder masculino en la sombra. Entre los ejemplos el Zurdo mencionaba a Ella y Los Neumáticos por estar dirigidos por un cerebro (el sueco Lars Krantz) pero encabezados por un cuerpo bonito (el de Christina Rosenvinge).
Tres cuartos de lo mismo en una de sus siguientes aventuras musicales, Alex & Christina, que debutaron en 1987 cuando la Movida ya había entrado en su fase de decadencia. Si ya a algunos les cuesta creer que Christina fuera pareja de Jaime Urrutia, ¿qué decir del imperecedero clásico de los ochenta “Chas y aparezco a tu lado”? Se trata de su éxito comercial más rotundo, al que ella misma guiñó un ojo veinte años después en el disco que editó junto a Nacho Vegas, Verano Fatal (Limbo Starr, 2007), cuando en “Me he perdido” el asturiano le decía: “Te adiviné en tu balcón silbando una larguísima canción, pensando es esto lo correcto o no, así que hice chas y aparecí a tu lado”.
Extinguida la movida, una gira organizada en 1992 por Luis Calvo (Elefant Records) bajo el nombre de Noise Pop cortó la cinta inaugural de un nuevo movimiento musical en España: el indie. En ella estaban Los Planetas, que habían entrado a grabar su primera maqueta bautizados como Los Subterráneos, justo en el mismo año en que la Rosenvinge lanzaba el primer disco de su nueva banda, Christina y Los Subterráneos. Otra vez la madrileña en el sitio exacto y en el momento preciso.
Apadrinada por una gran multinacional, Christina se reinventó en el prototipo de chica rebelde que vendía en los noventa: rubia y enfundada en cuero, mala pero sensual, rockera pero sensible. La artista comenzó a moldear un estilo personal que fue madurando con los años y que, a pesar de caminar en paralelo con el recién nacido indie (sus canciones bien podrían conectar con el pelotón del Donosti Sound o el vendaval provocado por Nosoträsh) tardó mucho en mezclarse con él.
Cerrado (Warner, 1997) supone el primer disco en solitario y en el que utiliza su exótico apellido (de origen danés). En él continuaba la senda de las canciones más amables de Los Subterráneos, dejando a un lado el rock arisco y centrándose en la intimidad y el desnudo emocional. Curiosamente Cerrado se convirtió en un paréntesis de lo que iba a ser su carrera como solista, pues al contrario de lo que estaba haciendo la anglófila generación indie, ella cambió el idioma del castellano al inglés (y no al revés), despertando, justo ahí y justo así, el interés por el mundo alternativo. Frozen Pool (2001), Foreign Land (2002) y, sobre todo, Continental 62 (2006) alejaron a Christina de las radios comerciales y la colaron en los festivales independientes del momento, precisamente en los años en que estos eventos se esparcían como setas por la península.
El reparto de amor y música con Nacho Vegas en 2007 pudo ser crucial para el decidido regreso al castellano en Tu Labio Superior (Warner, 2008): un buen lote de melodías acertadas y letras cautivadoras que, a pesar de todo, adolecían del mismo mal que sus discos de los noventa: Christina sonaba sugestiva y sexi, con aires de fatalidad, pero con calculada moderación. En otras palabras, Rosenvinge satisfacía la expectativa masculina con canciones más destinadas a cumplir con el público varonil que a desarropar su alma de mujer.
El paso definitivo hacia una canción verdaderamente femenina es La Joven Dolores (Warner, 2011), donde descarta la sensualidad como recurso estético, cambia el tono costumbrista por el mordaz y profundiza en la poesía más pura luciendo unas dotes literarias de primer nivel. A todo esto se suman unas colaboraciones de lujo: a su viejo amigo Steve Shelley, de Sonic Youth, se unen las voces de Georgia Hubley (Yo La Tengo) y el precioso dúo junto a Benjamin Biolay.
Los referentes poéticos de La Joven Dolores se consolidan en Lo Nuestro (editado en España por El Segell del Primavera, y en Perú por Plastilina Records), un disco donde la destreza de sus versos manifiestan el estado de gracia de Christina. El álbum se revela como un manual de composiciones mujeriles, donde la cantautora asciende al nivel de la PJ Harvey menos satánica o la Patti Smith más irreverente.
El rock tenso y oscuro recuerda a iconos masculinos como Nick Cave o la indudable impronta de Nacho Vegas cuando El Manifiesto Desastre (“La Tejedora” o “La Muy Puta” son claros ejemplos de ello). A Nacho también podría ir dedicada “Lo que te falta”, pero francamente, a sus 51 años, Christina Rosenvinge acumula muchos amores en los que inspirarse como para volver a señalar al asturiano. De hecho, “Romeo y los Demás” es un ecuánime repaso de algunos de ellos.
Otras historias, imaginarias o no, se pueden relacionar con el realismo capitalista de hoy, como la del “Pobre Nicolás”, que narra la infancia de Nikola Tesla como el, a la postre, “perdedor” de la industria eléctrica moderna. Los hits podrían ser “Segundo Acto” –una delicia de pop setentero a lo Jeanette, pero mucho más rebelde de lo que ésta decía ser– y “Alguien Tendrá la Culpa” –elegida, no sin razón, primer sencillo del disco.
Pero en realidad Lo Nuestro, aunque rico en melodías, no contiene temazos para el gran público. Sus sonidos ariscos y sus estructuras atípicas lo harán rehuir del mainstream, ya que, a estas alturas, a Christina no le preocupa convencer ni a muchos ni a pocos. Lo encomiable de Lo Nuestro es que se convence a ella misma y su condición de mujer. Fuerte y libre.
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