JOSE A. RUEDA
Foto: Nuria Sánchez Alonso
Sevillano, de etnia gitana y pariente de artistas. Se llama Quintín Vargas y lleva mamando el flamenco desde que nació. Pero él, que se erigió en el rebelde de su familia, gustó siempre del rock anglosajón.
Hasta hace apenas tres años, la escena subterránea sevillana lo conocía como el cantante de Los News, un grupo garagero que Quintín lideraba con absoluto carisma. Su indumentaria al estilo Beatles en la época del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (concretamente el rojo de George Harrison) y su entrega total sobre el escenario ya eran populares entre el público alternativo de la ciudad andaluza.
Pero, como se dice en España, “la cabra siempre tira al monte”. Sin quitarse el traje, Quintín comenzó a trazar líneas rectas entre el flamenco y lo ya trabajado con Los News. En sus primeras indagaciones con Los Zíngaros, lo mismo casaba el rocanrol sin tapujos con quejíos andalusíes que acompañaba con guitarra española el blues de raíz estadounidense.
Tales mixturas se emparentaban por momentos con el Omega de Morente y Lagartija Nick o con la época del underground sevillano de los 70 (especialmente Smash). Pero el resultado definitivo de este experimento musical lo guardaba Quintín en las probetas de su laboratorio sonoro. Salió a principios de 2017 y se llamó Caravana (Funclub Records).
Tomando la psicodelia setentera como cubierta (sobre todo en el abuso de teclados Moog), Quentin Gas & Los Zíngaros toman piezas del cancionero tradicional, fragmentos de Camarón de la Isla y versos de Federico García Lorca, a lo que añaden su propio lirismo y cuatro temas instrumentales para ambientar el viaje.
Precisamente, la idea de peregrinación conduce las canciones del disco que se comporta, a la vez, como un homenaje a la historia del pueblo gitano. Estos interludios sin voz, repartidos de principio a fin de Caravana, sitúan al oyente en los distintos rincones del mundo por donde los antiguos gitanos se desplazaron hasta llegar a Andalucía, tierra en la que confluyeron todas las tradiciones musicales recogidas durante el éxodo y que derivó en eso que hoy conocemos como flamenco.
El viaje se inicia en la India (“Punyab”) y, en dirección a occidente, recorre “Persia”, “Turkia” y “Tánger” hasta acabar en “Lebrija”, la localidad sevillana de donde, al igual que otras grandes estirpes del flamenco, proviene la familia de Quintín Vargas.
Entre medias, el poderío andaluz de “Caravana”, los guiños lorquianos de “Desserto Rosso” (con Niño de Elche al micrófono), el cuento popular de “Romance” y el exotismo oriental de “Sultana” conforman un disco esplendoroso de principio a fin.
Aunque ellos mismos parecen subirse al carro de la moda vintage citando a Tame Impala como referencia, lo cierto es que Quentin Gas & Los Zíngaros recuperan un eslabón perdido en la música alternativa hecha en Sevilla retomando la actividad de aquel underground de los 70 que engendró a los mencionados Smash y a los siempre reivindicables Triana.