ESTEBAN CISNEROS
FOTO: Txema Yeste & Folch Studio
¿Una cantaora de Barcelona? ¿Flamenco? ¿Y me dices que tengo que escucharla?
Mira, no tengo nada contra ello. Sí, es una música que no conozco muy bien, pero si la tengo que escuchar la escucho. ¿Y me dices que está muy bien? Te la creo. Que gire.
El flamenco es una gran tradición. Me da la impresión de que es de esas que, incluso, conviven de maneras extrañas con la posmodernidad cínica; por un lado, mantienen algo que llamaremos alma que el Hoy intenta matar con muchas ganas y recursos; por el otro, a veces corre el riesgo de perder esencia precisamente en su adaptación a los tiempos corrientes.
Y entonces, play. Rosalía, la cantaora en cuestión, comienza con lo suyo. Y ahí me tienes, en pleno desconocimiento, pero en total sorpresa. Me gusta. Escucho calidez y arrebato, y eso siempre está muy bien. Escucho respeto por las raíces y riesgo para jalar en otras direcciones sin complejos.
Y aquí me tienes, en un asombro muy propio de la música, escribiendo sobre una música de la que sabía apenas poco pero haciéndolo con ganas. Y, claro, vienen las cuestiones: ¿por qué no aventurarse siempre más? ¿Por qué, a pesar de estar siempre detrás de la canción más tremenda del mundo, a veces nos imponemos tantos límites (que, por otra parte, siempre son necesarios: eso de escuchar de todo es una mentira huevona… y en algunos casos se vale)? ¿De dónde salen los prejuicios? ¿Por qué nos parecen ajenas algunas músicas distintas, además de la cuestión cultural, contextual y de formación de gustos, tan ajenas cuando el sentimiento y la armonía son tan globales y colectivas?
Los Ángeles, el disco debut de Rosalía (una jovencísima artista que canta y baila y vive el flamenco), es una colección alborozada de canciones que viven en un universo de tensión y sentimiento; al mismo tiempo –y lo confirman las palabras de la creadora en alguna entrevista– es un álbum triste. Hay, en cada vocalización, un “llanto interior” (de nuevo las palabras de Rosalía) que, sí, se comunica porque la música tiene ese poder.
En un momento en que el pop se nutre de músicas calientes con raigón en lo no-anglosajón, Rosalía cabe y significa. Y, sí, el flamenco lleva presente muchas eras y ha pasado por varios intentos de popifización (y no soy yo el indicado para hacer este recuento) y crossover, pero parece que ahora hay una oportunidad áurea. Ya lo han probado colaboraciones –un fenómeno común en el pop, pero cotidiano hoy– con músicos (a quienes tampoco había escuchado) como C. Tangana y Raúl Refree, que le van a dar aún más exposición.
Mientras mantenga el impulso que se nota en Los Ángeles, esta chica lo hará en grande. Adelante.
C/S.