JOSÉ A. RUEDA
Hubo un tiempo en el que la ciudad de Granada se dividía musicalmente en dos: la calle Pedro Antonio de Alarcón y la calle Elvira. Los bares “poperos” en una y los garitos “perroflautas” en otra. La Granada de Los Planetas, Lori Meyers, Niños Mutantes allá y la de Eskorzo, Amparanoia, El Puchero del Hortelano acá.
De esta otra Granada, la del mestizaje, vienen Los Granadians del Espacio Exterior: uno de los grupos españoles que mejor ha sabido amoldar la lengua castellana y la idiosincrasia ibérica a los ritmos jamaiquinos del dub, el reggae y el rocksteady.
Gestados en el barrio de El Realejo, el sexteto muestra una vasta erudición en materia caribeña –mucho más allá de los manidos Bob Marley y Jimmy Cliff– para emborracharla después de psicodelia sesentera cañí: Los Relámpagos, Los Pekenikes, Los Salvajes y, por supuesto, Los Ángeles (mítica banda granadina que fue capaz de dejar su huella tanto el las melodías dulcificadas de Lori Meyers como en los sonidos añejos de Los Granadians).
Pese a llevar por bandera el nombre de su ciudad, Los Granadians del Espacio Exterior nunca han estado muy en boca del mundo alternativo español a la hora de pasar lista de los grupos más representativos de la capital de la Alhambra. Sin embargo, a lo tonto llevan más de 15 años de carrera, cinco discos largos y otros siete no tan largos y, sobre todo, conciertos. Muchos conciertos.
El gremio del reggae –demasiado de espaldas al rock e, incluso a veces, a lo mestizo– va por libre. Su simbiosis público/artistas, envidiable como ninguna, conduce a unos y a otros hasta cualquier evento, por recóndito que sea el lugar donde se organice. Esta comunión de la tropa rocksteady y su ruptura de fronteras ha conseguido romper el cuentakilómetros de Los Granadians, que han paseado el nombre de Granada de esquina a esquina de la Península Ibérica. Y de ahí, a Centroeuropa, una zona que siempre ha adorado las bandas españolas de sonidos exóticos (por ahí triunfan, y sobrados, Ska-P, La Pegatina o Bongo Botrako): Alemania, República Checa, Suiza y Bélgica han sucumbido a los sonidos abrasivos de estos extraterrestres del ritmo.
En América, México es el país que mejor los trata (como caribeño e hispanohablante, no podía ser menos) y quienes aún no le hayan dado una escucha a Los Granadians, deben comenzar por La Onda Cósmica (2015), su disco más reciente.
Aquí, el sexteto no claudica en sus ideales jamaiquinos más puros y enseña los dientes a la revolución tecnológica. Nada de digital, todo analógico (incluyendo los viejos cuatro pistas). Eléctrico sí, pero no electrónico (aderezado de vientos y órganos Hammond).
Y así, al mantener imprecisos los tempos del riguroso beat jamaiquino, es como el sonido de Los Granadians desprende olor a madera vieja –de palmera, quizá– y te transporta a lugares e incluso a épocas en las que toda acción cotidiana requería calma y serenidad.