JOSÉ A. RUEDA
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En los mundos alternativos del Estado español, la electrónica refinada y el pop independiente suelen vivir el uno de espaldas al otro. Aquellos, perfeccionando cada detalle sonoro de su armazón bailable. Y estos, más centrados en moldear la estructura melódica de sus canciones. Por ello, el acercamiento del pop a la electrónica (insisto: del pop a la electrónica y no a la inversa) siempre ha contado con ciertas carencias técnicas.
Si por un lado hemos venido pidiendo a gritos una comunión entre el pueblo electrónico y el independiente, por el otro nos hemos quitado el sombrero al comprobar cómo la democratización tecnológica ha convertido en expertos del ritmo digital tanto a dinosaurios del rock (Floren y Banin en Los Pilotos o David Rodríguez en La Bien Querida) como a novicios del mundillo indie (El Último Vecino o Bravo Fisher!).
A la hornada más reciente pertenece el castellano-manchego Joni Antequera, que lleva un lustro manejando con igual destreza guitarra acústica y sintetizadores bajo el pseudónimo de Amatria.
Productor, remezclador y DJ, Joni aventaja a los de su quinta por sus conocimientos en el terreno digital, a los cuales suma su condición de compositor típico, de los de acústica y piano. El resultado da la añorada simbiosis entre la modernidad sonora y el ingenio popero, vislumbrada ya en referencias anglosajonas del costumbrismo del siglo XXI (The Magnetics Fields, Belle and Sebastian o Death Cab For Cutie).
Aunque podría haber estudiado en la misma escuela que algunos artistas del tecno-pop del tercer milenio (Joe Crepúsculo, Hidrogenesse, La Casa Azul), Amatria esquiva la ñoñería y el infantilismo para acercarse a la seriedad lírica de los nuevos valores españoles del pop anti-masas, como Rusos Blancos, Modelo de Respuesta Polar y, sobre todo, Doble Pletina, con los que coincide en el equilibrio logrado entre sintetizadores e instrumentación tradicional.
Con tres elepés en la calle, Amatria ha venido a llenar el vacío compositivo de los especialistas en ritmos digitales y a suplir las carencias sonoras de los estudiosos de la estrofa y la melodía, añadiendo su nombre a esa lista, afortunadamente grande, de artistas jóvenes pero sobradamente preparados.