JOSÉ A. RUEDA
FOTO: Aitor Lara / Facebook
Cuando se repasan las escenas locales que a principios de los noventa fueron tejiendo aquella red que se bautizó como “el indie” en España, se suele olvidar la ciudad de Sevilla. Hubo un Xixón Sound, un ídem en Donosti, un movimiento importante en Zaragoza y una tradición musical que en Granada no fue ajena a aquel underground.
Pero poco se habla de Sevilla como epicentro indie, a no ser que sea para mencionar algunos grupos en su individualidad –especialmente, y por méritos irrefutables, Sr. Chinarro– y no por provenir de un lugar concreto en donde se hacen las cosas de cierta manera.
El libro Pequeño Circo, de Nando Cruz y el documental Independientes han roto un par de lanzas –aunque pequeñas– a favor de esta escena sevillana que, en estrecha conexión con el cine (también indie), se gestó curiosamente fuera de la ciudad: a caballo entre las localidades periféricas de El Viso del Alcor y Alcalá de Guadaíra.
En El Viso, un tipo llamado Eulogio Franco –un loco enamorado de la música alternativa– organizó en 1993 el festival Indie-pendientes (hito #1 del indie sevillano) en el que tocó su vecino Antonio Luque con sus recién creados Sr. Chinarro.
En Alcalá, un inglés llamado Andy Jarman –otro loco enamorado que trajo de su tierra el espíritu do-it-yourself– montó el aún vigente sello discográfico Green UFOS (hito #2), además de formar la banda Strange Fruit junto a un estudiante de Comunicación Audiovisual natural de Jerez de la Frontera: un tal Julio de la Rosa.
También en Alcalá, dos amigos del conservatorio, Miguel Rivera y César Díaz, encontraron en la voz de Natalia Márquez el vehículo perfecto para circular por las sendas mancunianas de Long Spiral Dreamin’. Había comenzado a germinar Maga.
Sr. Chinarro, Strange Fruit y Long Spiral Dreamin’ se unieron a La Máquina Blonde –capitaneados por el músico y director de cine Santiago Amodeo– para autofinanciarse un EP conjunto titulado El Colectivo Karma (hito #3), que fue la primera referencia de una disquera del mismo nombre que apenas prosperó, absorbida rápidamente por Green UFOS.
De los diez artistas que participaron en la primera edición del festival Indie-pendientes, cuatro eran los de El Colectivo Karma. Fue a mediados de abril de 1993. Acababa de nacer el indie en Sevilla.
Desde aquel año hasta hoy, la carrera de Miguel Rivera y César Díaz ha evolucionado a tenor del propio movimiento indie en su conjunto. Esto es, del descarado remedo anglosajón se ha pasado gradualmente a las letras en lengua vernácula y al rescate de lo musicalmente aprendido en otras décadas antes odiadas.
Entrados en la segunda mitad de los noventa, Pati Gotor se hizo con la voz cantante, César se escondió en el estudio y Miguel se acercó tímidamente al micrófono. Así, tras buscarle la pista al pop pseudobailable en Long Spiral Dreamin’, los sevillanos se pasaron al punk-rock pre-grunge de Supertube, otro nombre propio del indie sevillano que apenas duró un disco y medio.
Las inquietudes líricas de Miguel y sus destrezas vocales no se manifestaron hasta el estreno de la película El Factor Pilgrim (2000), dirigida vis a vis entre Santi Amodeo y el actualmente reconocido Alberto Rodríguez. El filme no solo marcó el cambio de milenio, sino que también mostró el nuevo camino de Rivera. Para la banda sonora, el sevillano compuso en inglés “Vibroluxe”, que interpretó con los Supertube en su lecho de muerte. Un año después, la misma melodía con versos en castellano se tituló “Medusa”, y fue la primera canción de Maga.
Decidido por la lengua materna y fuertemente contagiado por el OK Computer de Radiohead, Miguel sustituyó definitivamente a Pati en el micrófono, recuperó a César en la alineación titular y encontró refuerzos al bajo (Javi Vega) y a la batería (David García primero y Pablo Cabra después). Juntos, ya como Maga, solo necesitaron dos cartas para ganar la partida: el EP Bidimensional (Limbo Starr, 2001) y el primer largo sin título (Limbo Starr, 2002), conocido a la larga por su color: el blanco:
De este modo comenzó una carrera de cinco discos en la que heredaron la lírica críptica del primer Sr. Chinarro y avanzaron la épica retorcida de Vetusta Morla. El protagonismo de los teclados y las piruetas vocales de Miguel se fueron desvaneciendo tras la colorida trilogía inicial (el blanco, el negro y el rojo) hasta desaparecer por completo en A la hora del Sol (Mushroom Pillow, 2010) y Satie contra Godzilla (Mushroom Pillow, 2011).
Entrados en la zona de confort, Maga decidió dar carpetazo a finales de 2014 y tan solo un año después de aquella despedida –a lo mejor fingida o a lo mejor tornada en motivo inmediato de arrepentimiento– la banda ha decidido volver para celebrar sus 15 años de carrera.
EL REGRESO
15º Aniversario (Mushroom Pillow, 2016) –único título deducible del resucitado álbum blanco– revisita las once canciones del primer elepé junto a once renombradas colaboraciones del cenáculo independiente español.
El disco yerra y acierta en los mismos aspectos que todos los homenajes de idéntica índole. La primera ventaja está en recuperar las piezas de aquel álbum blanco con el sonido de 15 años después; lo cual, en estas cosas del indie, se traduce en un salto cualitativo bestial.
Entre los inconvenientes, duele comprobar cómo se echa a perder un himno independiente de la talla de “Agosto esquimal”, así como fruncimos el ceño al escuchar “Piedraluna” en voz ajena.
Sin embargo, en el resto de las canciones se encuentra el resto de los pros, como en la deslumbrante interpretación de “Diecinueve” a cargo de Iván Ferreiro –quien ya llevaba años ensayándola en directo– o “Intentos de color” por parte de Zahara. Además, el disco-homenaje nos ayuda a imaginar cómo sonarían Lori Meyers si se lanzaran a la experimentación sonora (Noni canta “Swann”) o qué pasaría si Julio de la Rosa volviera con El Hombre Burbuja (“Primer vuelo” rememora aquella banda esencial del indie andaluz).
The New Raemon, Xoel López, Carmen Boza, Niños Mutantes, Jero Romero, Pony Bravo y Havalina completan la lista de invitados a la fiesta de cumpleaños de la banda sevillana.
Maga ahora preparan su sexto disco de estudio. No fue una pausa. Sólo recargaban pilas.