JUAN ESTEBAN OSORIO
El apellido Buendía en Colombia ya es una ventaja si uno quiere contar historias. Ser Buendía colombiano es como llamarse Wallace en Escocia o Baggins en la Comarca. Alvaro José se presenta como Buendía, a secas.
El músico bogotano, actualmente radicado en España, también es exintegrante de Sismo, una banda de electrónica… tranquila. Y aunque ahí tocaba el bajo, frente a su proyecto solista su instrumento es la guitarra. Su otro gran instrumento es su voz, despojada de grandes efectos, minimalista y tranquila, como su música.
Su propuesta es atrevida para el escenario colombiano, aunque sus dotes lo han paseado por países europeos como Escocia –donde vivió casi un año–, España, y hasta un toque en Polonia. Su descaro consiste en despojar de cualquier efecto innecesario sus canciones.
También juega con loopers, en los que graba en vivo acompañamientos y percusiones discretas, que aunque matizan, nunca logran quitarle protagonismo a sus dos frentes de batalla: voz y guitarra.
Aparentemente, el cambio de rumbo de la música de Buendía parecería un salto al vacío, sin red y gritando. Pero no hay tal: es una evolución natural. De sus días de Sismo conserva armonías, esas dosis de melodías tranquilas sin mayores sobresaltos, y de sonidos cuidados y al mismo tiempo, intensos.
Lo que plantea Álvaro en sus dos trabajos –el EP Walking Slow– y el nuevo, mucho más caribeño, son otras descargas de esas armonías que casi se pueden tocar, texturas delicadas, como tejidas con las cuerdas de la guitarra para darle un marco a canciones suaves e intimistas, que él mismo debe estar aburrido de oír a los periodistas interesados en su trabajo, asociar con buenos momentos de José González y al mejor Jónsi, de Sigur Rós.
Buendía confiesa en una entrevista a propósito de su participación en el más reciente Estereopicnic, que en algún momento se cansó de la complejidad de la electrónica; de que el computador fallara antes del show, que la interface, que los virus… Y extremo, como puede ser, resolvió abrazar la mejor opción para que nada falle: Voz, cuerdas, y sus composiciones, a veces con un buen tono naif, a veces reflexiones calmas, a veces cantos al amor y otros demonios.
Pero no hay que pensar que detrás de esa calma no se esconde un transgresor, que no en vano tituló su segundo disco En el Caribe También Pasa Esto, porque en el track menos pensado se suelta con una champeta acompañado de Charles King, uno de los dueños de la escena de la terapia cartagenera; o en “Change” (una de esas canciones donde deja ver su vena transgresora y divertida, con un swing y un funk que los periodistas y sabihondos jamás enfrentarían), demuestra no solo su soltura frente al instrumento, sino sus ganas de pasarlo bien y de hacer que los demás lo sigan.
“Every Light” y “Como el aire” son otros dos buenos temas destacados de este disco que Buendía presentó como un diorama digno de colección y de culto al objeto que está reemplazando al disco. Lo dicho: debajo de tanta calma, este muchacho es un rebelde.