JUAN ESTEBAN OSORIO
Este primer semestre ha sido agitado para los muchachos de Árbol de Ojos (Bogotá, 2007). El pasado 19 de marzo abrieron uno de los escenarios del Vive Latino en México. Y una semana más tarde, les figuró hacer lo propio en el Estereopicnic bogotano. Se comieron en una semana dos de los festivales más grandes de la música popular en Latinoamérica. Y a pesar del tamaño del reto, no se atragantaron.
La banda nace de un grupo de amigos, algunos de ellos conocidos casi desde el jardín infantil. Remanentes de otras bandas, casi todas con el punk como común denominador, aunque como tantas cosas superadas con los años, poco queda de ese sonido áspero y crudo del género.
De hecho, el vocalista Camilo Maldonado reconoce que no les atraen mucho las etiquetas de los géneros. Aunque son innegables esas primeras influencias de garaje, tanto por la estética como por la ética a la hora de abordar la música. Pero como tantas veces, como tantos músicos, los encasillamientos se los dejan a los otros.
A pesar de su juventud –sus cinco integrantes no llegan a los 30 años–, ya cumplieron 10 años de rodar, componer, grabar, tocar y vuelta a empezar. Aparte de los obvios chistes de la edad, los Árbol reconocen el paso del tiempo sobre su sonido, que se depura y se vuelve cada vez más limpio, sin las interferencias de esos primeros años.
La banda nació de conversaciones entre Camilo Maldonado (voz), Camilo Rengifo y David Ospina (en guitarras), Marco Bonilla (batería) y David Ángel (bajo). Un amigo diseñador gráfico tenía una ilustración de un árbol con… justamente, ojos, y les pareció un nombre divertido para esa cruzada en la que se estaban metiendo.
Además de los festivales mencionados, ya habían estado en el Primavera Sound, de Barcelona, al que catalogan como la experiencia más grande de su carrera, por el momento en el que estuvieron, por las bandas que los rodeaban y por la responsabilidad de exponerse frente a un público completamente distinto a lo que conocían.
Con Zorro, su primer trabajo fechado en 2012, irrumpieron en una escena que ya estaba marcada por la influencia tropical entrepiernada con el rock y el pop, pero con ese tono híbrido que los colombianos manejan tan bien.
Aunque Árbol de Ojos saltó por encima del cliché, y se quedó con las guitarras y el bajo básico del rock. Después de rodar por bares y pequeños escenarios, se ganaron un espacio dentro del gusto del público rockero nacional, que los vio reventar con su segunda producción, Regular.
Con un sonido mucho más establecido, aún con retazos y parches de homenajes a sus bandas insignias –algo se siente de Queens of the Stone Age, y The Strokes pasan silbando allá atrás–, la banda bogotana se perfila como una de las promesas por cumplir del rock colombiano.
Mucho más divertidos y sólidos en vivo, es donde demuestran el poder de las guitarras y la fuerza de la voz de Maldonado. Árbol de Ojos cada vez abren más los ídem, y en el momento menos esperado nos van a dejar a todos callados, oyéndolos.