ESTEBAN CISNEROS
Alguna de la música más franca y efusiva que he escuchado en los últimos años viene de chicos y chicas con guitarras y un montón de confusión y sabiduría (al mismo tiempo y con las mismas ganas) a cuestas.
No es una novedad, claro, pues los anoraks del pop suelen ir armados de instrumentos de cuatro y seis cuerdas, pero me parece formidable que en el mundo digital la electricidad y la distorsión, los tambores de verdad y las cuerdas de verdad, produzcan aún música tan guapa.
En realidad no me sorprende. Es un caso clásico que viene desde el siglo XX: la inmediatez de esta música en cuanto a hechura (“un-dos-tres-ya y toca rápido y molón”) y posibilidad de recepción del público (guitarras y melodías: gancho al oído seguro, pies en movimiento, corazón que se acelera) hacen que el medio de expresión siga vigente. Y seguirá.
A mí, contrario a algunos, no me parece que esta música tenga fecha de caducidad ni que esté enferma de muerte. Y si así fuese, uno de los antídotos en la receta se llamaría Partner.
Este dúo de Windsor, Ontario, formado por Josée Caron y Lucy Niles, es übervital. Partner va de power pop algo noventero, gay y rápido, con letras sobre lo que importa (es decir, la vida cotidiana y mundana y cómo sobrevivir a ella) en tono íntimo pero fresco; ellas mismas lo dicen así: “somos divertidas, pero no un chiste”. Y tienen razón.
Así, en sus canciones hay historias ridículas pero con las que, precisamente, identificarse es fácil, como una caída de unas gafas a un inodoro lleno de pipí ajena; dilemas existenciales de urbanita del siglo XXI (en sus palabras, “the existential predicament of being a lesbian barista in 2017”); historias de amor y sexo –a veces frustrado, a veces incómodo, a veces lo mejor de la vida–, cursiladas geniales (como “Ambassador of Ecstasy”) e himnos sobre amistad, dildos, las inseguridades y ventajas de la juventud suburbana, ser canadiense y salir de fiesta.
Ya habían lanzado en digital algunos singles (destaca “Personal Weekend”) y a pesar de su cortísima carrera, ya han lanzado un álbum debut de título proustiano –con intención o no–, In Search of Lost Time en You’ve Changed Records.
Los doce tracks son buenos y me recuerdan un poco, disculpad el paralelismo fácil, a aquellos grandes discos de Weezer. Pero, hey, en mi libro eso es un cumplido y de los grandes, porque hay lo mismo energía, one-liners supercitables y melodías que se quedan en el cerebro por días.
Lo de Partner es ese poderoso power pop que trasciende la etiqueta porque es el mejor medio de expresión de estas chicas geniales y no sólo una exploración estilística. Es aquí y así donde y cómo se sienten más a gusto y se nota (tras el paso de ambas por otros proyectos, incluyendo algo de hardcore e indie), además de que parecen entenderse con los ojos cerrados tanto en la ejecución como en la composición y el rumbo del grupo.
Así da mucho –pero mucho– placer escuchar a una banda. Pero no me crean: pongan play e intenten contradecirme. Os reto allá afuera.
C/S.