ESTEBAN CISNEROS
“Este invierno ha sido más que benévolo”, dijo Philippe en aquel ya lejano enero. “Y el verano va a ponerse bien”. A menos dieciocho grados Celsius, nariz congestionada y dedos a punto del congelamiento, me parecía imposible de creer.
Y así pasaron los meses, a la espera de la promesa. Se me ocurrió que benévolo tenía otro significado en el país de la feuille d’érable, o que su sentido del humor y la ironía era avanzado y lo que sigue. Mi paciencia, sin embargo, es uno de mis rasgos notables y se vio recompensada a inicios de abril, cuando el termómetro pasó por fin la barrera del cero y con creces: trece grados.
Lo que siguió define con solidez la palabra locura: gente en la calle con la menos cantidad posible de ropa, gritos, cabriolas, parques llenos, autos con el estéreo al 11 y cerveza fría. Calor. Sí, calor de trece grados. El mejor que he vivido, se los digo.
A todo esto, disculpad la regresión/digresión, a propósito de que los hermanos Rodney y Daris Doddrige, de Ottawa, Canadá, han lanzado su disco veraniego, el de calor que no pasa de los 20 Celsius; una producción independiente que va de la vida, el amor y el estío.
Jangle Waves, lo último de Skytone, confirma que son pop esencial y confiable, pues no han hecho un solo disco mediano en su carrera y posiblemente este sea el más logrado.
Skytone es un dueto que ama la música. La entiende. Y aunque su fundación está en el folk y las armonías vocales, se mueven en ese espectro del pop que es jangle, dream y power; pero esas son formalidades, rótulos para el hashtag. Fabrican y ejecutan melodías y armonías con c de clásico y p de perfecto. Cada canción es un homenaje a la canción.
Y Jangle Waves expande sus fronteras. Sintetizadores, armonías que aprendieron de briosos discos de los 80. Finísimo pop, guitarras brillantes; resulta que da saltos estilísticos pero que es una gozada para esos oídos que adoran a XTC y Orange Juice.
“Taking Our Time” es casi naïve sixties, infecciosa y sin cura, mientras que “Second Hand Shops” y “Nomad” flirtean con el pop de Ian McCulloch y Will Sergeant. “Bright and Better Days” es barroquismo sintetizado, casi una balada, y “Drop In The Water” podría pertenecer sin problema al cancionero de Edwyn Collins; con “Missing You” casi puedo ver en cámara lenta aquel día de abril – y la melancolía de la canción cuadra como pieza perdida de rompecabezas.
“Lonely Holiday”, “On My Mind” y “U N I R All We Need” son tres obras maestras que miran de nuevo al pop de treinta años atrás para apropiárselo y “Slow Down” es una canción perfecta para empezar unas vacaciones. El disco cierra con “Flower House”, un regreso al sonido clásico de Skytone para cerrar una noche de fiesta.
“Y el verano va a ponerse bien”. Ojalá las palabras de Philippe sean vigentes después de tanto tiempo. Porque hace falta. Porque las canciones de Skytone merecen ser banda sonora de algo que no desvanezca el viento, de días de frescor, de recuerdos de selfies memorables. De un verano de trece o cuarenta y dos Celsius, pero feliz.
De gente en la calle con la menos cantidad posible de ropa, gritos, cabriolas, parques llenos, autos con el estéreo al 11 y cerveza fría. El mejor que hayamos vivido, ojalá.
C/S.