Francisco Hernández Ramos
Si Raphael está encasillado para algunos en lo que se considera como “música para señoras de Polanco” es un error común de todo aquel que también cree, por ejemplo, que The Beatles son una banda fresa y que The Rolling son los chicos malos.
Este fin de semana Raphael, el hombre que ha demostrado que “sigue siendo aquel”, ha reiterado que su arte va más allá del cliché, del tiempo y de las generaciones.
La gira que trajo a México al Divo de Linares para celebrar sus seis décadas de carrera, tocó esta Ciudad Capital durante el sábado y domingo con dos conciertos en el Auditorio Nacional con llenos completos, aunque con capacidad reducida para el recinto.
Puntual como es él, inició un viaje a través de los años, desde los sesenta cuando se convirtió en ídolo juvenil, parte del movimiento ye yé español y máxima figura de éste, para luego brincar a sus otras épocas, las de los años de las baladas, de los tangos y las canciones que lo acercan a nuestro país como si fuera su segunda Patria.
“Digan lo que digan”, “Mi gran Noche”, “Estuve enamorado” con todo y referencias a “Day Tripper” de los ya mencionados Beatles; “Yo Soy Aquel”, “Cuando tú no estás”, “Como yo te amo”, “Fallaste Corazón” y de fondo la bandera de nuestro país en el escenario luminoso, fueron parte del repertorio de casi dos horas.
Antes de la Ciudad de México, estuvo en Puebla y seguirá por varias ciudades del país, para después llegar a Estados Unidos.
De esta gira resalta que después de la pandemia su público estaba ya impaciente por verlo de nuevo, que Raphael sigue vigente con llenos totales de una audiencia mixta, con gente mayor y jóvenes, de melómanos, que el Divo de Linares es parte de una generación de artistas que para su edad en otras épocas ya estuvieran confinadas en el olvido y el retiro.
Durante todo el concierto solamente en una ocasión ocupó la silla de descanso, de ésas que se están haciendo más comunes en los eventos de las figuras contemporáneas a él.
Podemos perdonarle a Phill Collins o Diana Ross que en sus últimos showcases hayan permanecido sentados, entonces podemos disfrutar un concierto de Raphael sin pensar equivocadamente que los años ya se notan, una obviedad, el paso del tiempo es implacable, lo que hace más emocionante ver a Raphael en su gira del sesenta aniversario.
A estas alturas del siglo XXI, estar presente en uno de sus conciertos es testificar un pedazo de la historia de la música antes del inevitable retiro definitivo.
Por cierto, eso de las sillas en los escenarios también nos indica que en un futuro no muy lejano quizá veamos a los héroes de los noventa y dosmiles tomando oxígeno o cantando a todo pulmón desde una silla de ruedas.
Un show satisfactorio, bien producido, minimalista pero espectacular, sin pirotecnia pero con emoción y sobre todo sin el facilismo de la nostalgia o la autoparodia.
En puerta está un disco nuevo que en breve estará promocionando. El tema es revisitar su trayectoria con nuevos arreglos, mismos que son los que presenta en esta ocasión.
La gira del sesenta aniversario de carrera artística de Raphael también confirma que sigue habiendo fuerza en Raphael, en su música y su arte, los cuales como dijimos al principio, no son exclusivos de las señoras de Polanco.