EMILIO REVOLVER
¿No habrán ido demasiado lejos esta vez?
Bobby Gillespie es un icono del pop inglés. Pensar en su banda, Primal Scream, es pensar en los Sex Pistols, The Byrds, Happy Mondays, Prince, The Prodigy, todo al mismo tiempo.
Parecen tener toda la tradición del pop a sus pies, por lo que brincar de una referencia de Arthur Lee a David Johansen o Andy Stott es su forma natural de ser. El mismo Gillespie ha asegurado que podría ganarle una carrera de drogas al mismísimo Keith Richards en la época de nuestra predilección, y así suena la banda: a irreverencia, a algo que no necesariamente puedes creer, pero que indudablemente vas a probar. Son una de esas crudas que te quitas con cerveza. Recurrir al veneno como forma de recuperación.
Han ya adquirido tal sabiduría en sus treinta años de carrera que parece difícil no catalogarlos como la mejor banda inglesa juntando sus once trabajos. Nunca han ido al banquillo de un pésimo álbum y se mantienen con el pelaje brillante de un galgo de carreras. Debería haber esculturas de ellos en las calles del Reino Unido. Y no obstante, Chaosmosis nos hace preguntarnos si no han ido demasiado lejos esta vez.
Cada disco está montado sobre una idea diferente. Probemos con algunos: Primal Scream es su trabajo en paralelo a los Stone Roses; Screamadelica, su collage personal de rock y house; Give Out But Don’t Give Up, su búsqueda rock; XTRMNTR, su electrónico denso, industrial; Beautiful Future, su hijo indie; More Light, una ola de sicodelia para expertos nadadores.
Se han sabido actualizar siempre con renovado ímpetu. Todo muy bien, pero al oír “Where The Light Gets In” con Sky Ferreira, uno se pregunta: ¿no habrán ido demasiado lejos esta vez? Y la respuesta es: Sí.
Por momentos el álbum es una descarada goma de mascar de esencia noventera, una desquiciada melodía con sintetizadores de baja fidelidad. Y mientras más avanzamos por ese territorio nuevo, más se confirma que entre su anterior More Light (2013) y éste, Bobby probó alguna droga que no conocía. El álbum no sólo es el más extraño de la banda, es también el más alejado de todo lo que conocíamos de Primal Scream.
Parece que los Primal han armado un disco a base de puras intuiciones, sin reflexión, cediendo todo a la locura como forma de inteligencia, que todo les llegue por “chaosmosis” y, sorprendentemente, el truco funcionó. Son ellos jugando a ser una banda más nueva, pero con energía, locura y talento genuinos. Todo lo demás, incluso el timbre de voz característico de Gillespie, está en mutación.
Es un territorio diferente, uno que no habíamos visto en su producción, y que puede ser inhóspito para sus seguidores. Basta entrar un poco en las letras, en el misterioso I Know There’s Something Wrong with Me, repetido como mantra en “Golden Rope” o el coro Autum in Paradise/ Invisible all your life/ Who can afford the price? de “Autumn In Paradise”, para reconocer la vieja mirada de lobo que traen desde muy atrás.
Primal Scream se ha hecho una bestia más sabia y astuta. Este álbum es otro truco inesperado y fundamentalmente divertido que nos recuerda que ellos pueden hacer lo que se les pegue la gana.
Podríamos concluir que esa es la magia de la locura, vista no como enfermedad sino como sabiduría: comer todo sin detenerse a masticar, devorar todas las experiencias, seguir hacia el horizonte como un caballo de carreras desbocado que no pierde el paso ni la energía.
Si habláramos más de Bobby Gillespie y menos de los Gallagher, el mundo sería un lugar mejor.
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