ALEX CASTRO • Hazte de esta grabación que no tiene desperdicio alguno. No me hagas gastar mi tiempo en calificativos, no lo pierdas buscándolos.
Han estado ahí desde hace mucho. Desde antes que tus padres nacieran, por ejemplo. Y la música que cultivan, ni se diga: Puro jazz del sur de Estados Unidos.
Sí, de la misma ciudad que vio nacer a Louis Armstrong, a los Marsalis y a Tennesse Williams. Los integrantes de esta banda no son tan viejos para estar muertos, pero varios de ellos sí que podrían ser tus abuelos, y sin embargo, tienen más vitalidad que cualquiera de las bandas de rock autocompasivo que andan por ahí, causando lástimas.
Es la Preservation Hall Jazz Band. Los aficionados al jazz de Nueva Orleans los tienen plenamente identificados. Los modernillos apenas han escuchado de ellos porque entre sus aficionados se cuenta Jim James, de My Morning Jacket, referencia que la PHJB de todos modos no necesitaba en absoluto.
La banda se formó hace exactamente cinco décadas (1963), tomando su nombre del local donde tocaban su jazz rico y portentoso. Su estilo ha variado poco desde entonces, pero nunca su energía, que les ha permitido a dar hasta 150 conciertos por año.
Vaya, a estos tíos no los ha parado ni el Huracán Katrina, que en 2005 hizo que el Preservation Hall cerrara sus puertas durante varios meses, pero no que la agrupación detuviera la gira que en ese momento llevaban a cabo.
Así que después de una treintena de grabaciones en estudio, en vivo –y hasta una especie de tributo-disco a beneficio al que se sumó gente como Andrew Bird, Tom Waits, Ani DiFranco, Dr. John y el propio Jim James en 2010–, este año la PHJB vuelve a las andadas con un disco (en el que nuevamente metió la mano Jim James) que llama la atención porque a pesar de su apego al estilo de siempre (apenas un track, “Yellow Moon”, se codea más bien con el danzón) es una joya que no se escucha anacrónica ni fuera de lugar.
Qué va. Desde las primeras notas de “Dear Lord (Give Me the Strenght)” estas piezas, cantadas o instrumentales, te enganchan desde la primera escucha, haciéndote mover las extremidades y descubriéndote de pronto con una sonrisa de oreja a oreja. Así, disfrutando primero y razonando después.
Lo mismo sucede con “I Think I Love You”, que es una gozada total, para bailar sin recato y con cara de tonto, o con “The Darker It Gets”, en un plan más cadencioso, pero igualmente disfrutable.
No necesito convencerte de nada; no me hagas gastar más tiempo en calificativos, ni lo pierdas buscándolos; hazte de esta grabación porque no tiene desperdicio alguno. Así es esto, mi amistad.
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