Bryter Layter es un trabajo que se regodea en la ternura, la complejidad y la tristeza.
MAURICIO ESPARZA OTEO
Es difícil decidir cuál es nuestro disco favorito de toda la vida, sería un tanto subjetivo y entre tanta música que escuchamos quedarse sólo con uno es imposible. Pero si a mí me lo preguntaran el día de hoy, diría que mi disco favorito de la vida es el Bryter Layter (Island, 1970) de Nick Drake.
No obstante, cuando pienso en la historia de Nick Drake me dan ganas de llorar, porque es muy triste. Murió (en 1974) de una sobredosis de antidepresivos a los 26 años; depresión en parte generada por el nulo éxito de su música, al final de sus días se volvió un tipo muy solitario y únicamente salía de la casa de sus padres para conseguir droga.
Cuentan que cuando terminó su último disco, Pink Moon (1972), fue a presentarlo a la compañía discográfica pero nadie lo recibió; en Island ya no contaban con él, así que dejó las cintas por ahí, sin decirle a nadie, hasta que tiempo después alguien las encontró y fue editado, pero vendió aún menos copias que sus discos anteriores.
Un artista completamente olvidado en su momento, al que durante muchos años sólo escuchaban un puñado de despistados. Sin embargo, 26 años después de su muerte, en 1999, Volkswagen utilizó su canción “Pink Moon” para un comercial y curiosamente fue lo que detonó su revaloración, ya que en un mes se vendieron más discos de los que había vendido en toda su carrera.
Fue por esas fechas que me llegaron sus tres álbumes en CD, aunque ya había escuchado alguno y leído que se trataba de un artista oculto al que pocos tenían acceso. Cuando los escuché bien, quedé maravillado y no encontré un solo segundo de desperdicio.
Sobre Bryter Layter
Para este disco, Drake escogió una formación distinta de músicos para cada una de las canciones, la que él consideraba la adecuada. Además de batería, bajo y guitarra intervienen cuerdas, pianos, saxofones, flautas y algunas excentricidades como la celesta.
Invitó a muchos músicos, algunos de sesión y otros que eran más bien intérpretes de jazz, entre los que se encontraban Richard Thompson, miembros de Fairport Convention, músicos de los Beach Boys y hasta John Cale, de The Velvet Underground.
Folk profundo, elegante, con intrincados arreglos, toques de country por ahí, pop, instrumental, jazz y ciertos dejos de progresivo y lounge. Un trabajo hermoso que se regodea en la ternura, la complejidad y la tristeza. Sin duda es su disco más completo, pero que a su salida recibió críticas muy severas, siendo más conocida la de la revista Melody Maker, que lo calificó como “una torpe mezcla de folk y cocktail jazz”.
Desde hace años rastreo sus acetatos, aunque hasta hace poco no era tarea fácil. Tengo por ejemplo una edición pirata en vinilo del Pink Moon, y las pocas veces que llegué a ver en venta una copia del Bryter Layter en LP no estaba a un precio que yo pudiera pagar.
Afortunadamente los reeditaron y ya se consiguen fácilmente, incluso en versiones en box-set de lujo, con materiales impresos y que suenan increíble, como nunca, con detalles que jamás había escuchado en CD.
Así pues, al recibir este paquete me emocioné; lo abrí casi como un rito, porque es un objeto que busqué por mucho tiempo. Cuando lo escuché en vinilo por primera vez me volvió a volar la cabeza, me volví a enamorar de él.
Mauricio Esparza Oteo de Icaza es publicista, diseñador, creativo, escritor, ilustrador, DJ, melómano, pepenador de vinilos y anexas.
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