Decidir el destino de la colección de LPs de un amigo que se fue. Qué dilema.
MAURICIO ESPARZA OTEO
Nunca he sido partidario de las fechas, soy de esos amargados que no celebran su cumpleaños. Sin embargo, hace unos días me encontré con un post en Facebook recordando que cumplió dos años de fallecido mi amigo Sergio Flores “El Sam”, aunque en realidad no me importa particularmente esa fecha, pues yo extraño al Sam todo el tiempo, sin importar que día es.
Dicho post tenía esta pieza escrita por Roberto Flores, para conmemorar el segundo aniversario luctuoso de su hermano.
Sin embargo, el hecho de que cumpla ya dos años, me puso a darle vueltas a un asunto que tengo aún pendiente con él. El Sam dejó una colección de vinilos que consta de unos mil ejemplares, algunos de ellos realmente fantásticos. Los amigos más cercanos y familiares comenzamos a comentar sobre qué hacer con su colección, y brotaron todo tipo de posibilidades.
Finalmente, en aquel momento acordamos entre su hermano Roberto, Jorge “El Negro” Hipólito y yo, que haríamos una tienda de discos online, un poco entre homenaje a él y otro poco para establecer un negocio.
Pero con el tiempo me han surgido algunas dudas éticas al respecto: esta colección es una parte de la vida del Sam, él hizo durante toda su vida esta curaduría especial y sin duda aquí está parte de su historia. Ahora que pienso en la idea de la tienda me dan ñañaras. Dos años después, caigo en cuenta de que no podemos ir deshaciéndonos de los vinilos así como así, ni venderlos quien sabe a quien.
A mí me tocó ser el supuesto encargado de catalogar y ponerle precio a los vinilos, así que los tengo en mi casa desde entonces, hice un mueble blanco especialmente para ellos y desde entonces los he escuchado asiduamente, los he disfrutado y en cada uno de ellos de alguna manera encuentro al Sam; los vinilos tienen la capacidad, como ningún otro formato, de guardar historias.
Algunos recuerdo cuando el Sam los compró en el Tianguis Chopo, otros yo se los regalé hace años, alguno incluso está marcado con mi nombre: “Micro”, tal y como lo hacía con todos mis discos en esas épocas.
Afortunadamente, la tienda nunca se echó a andar; se buscaron los precios adecuados para cada pieza, se hizo todo el diseño y la programación, el sito ya funciona, pero por alguna razón Roberto nunca la subió; sabio él, tal vez también le dieron ñañaras como a mí.
Los vinilos siguen en mi casa, no son míos, ni siquiera tengo la decisión final de qué hacer con ellos; algún día se van a ir y es importante encontrar el mejor destino posible.
A mí siempre me da vueltas una pregunta: ¿Qué hubiera querido el Sam? Desafortunadamente nadie lo sabe.
Mauricio Esparza Oteo de Icaza es publicista, diseñador, creativo, escritor, ilustrador, DJ, melómano, pepenador de vinilos y anexas.
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