Cera actúa a ser músico. La sorpresa es que consigue ser más músico que montones de músicos que nos venden su mentira a precio de realidad.
DAVID MELÉNDEZ
Para celebrar, bastan y sobran emociones y momentos. Pero para celebrar que Michael Cera (sí, el actor) grabe un disco y se enfunde la piel de músico, se necesita un momento arteramente exacto en la vida.
Y para que dicha celebración fuera grande y llena de fuegos artificiales, Cera necesitaba estar fuera de la regla sonora, a la usanza de su histrionismo impávido. Por fortuna, todo lo anterior se cumplió a rajatabla.
True That es un catálogo de quijotescas canciones, con extractos efímeros de estilos y etiquetas, armados con la mayor desfachatez posible y sin ningún tipo de seriedad en cuestiones de métrica y ritmo. Entonces, no esperen que Cera sea recibido por el nido de oro de Billboard ni por las huestes de hipsters, millennials o aquellos escuchas que apenas van subiéndose al normcore para sentirse especiales. No.
Michael Cera ofrece una bolsa con 18 cortometrajes sonoros (y un cover de pilón) para todas aquellas personas que tienen libertad de oído y autonomía en criterio, que no andan de aquí para allá calzándose modas y tendencias para vivir cierto tiempo en un reino prestado para alcanzar reconocimiento social y musical.
Por eso, True That es una sucinta banda sonora para acompañar la labor cotidiana de existir. Así, sin más trabas ni pretensiones. No hay por ningún lado, atisbo de pop para lazar el cuello de la lista de popularidad; tampoco, rock para atraer adultos contemporáneos que creen fervientemente que todo tiempo pasado —en música— fue mejor y que bandas como Led Zeppelin son dioses eternos a los que debemos rendir pleitesía para mantener vivos nuestros tímpanos, ni mucho menos electrónica para entrar a la pista de baile y sentirnos ungidos modernos.
True That se yergue como una de las mejores sorpresas para deleitar al tímpano justamente por su anarquía musical, minimalismo y falta de formalidad…
True That dormita, por un lado, en el segmento folk instrumental y, por el otro, se mece en jazz tañido con aire twee al piano con tintineo de ragtime. Pero, ¿su esqueleto? Lo-fi puro, con el eco de la recamara y la reverberación del cuarto de baño. Incluso, con el trasteo en guitarras y el fuera de tono vocal impregnados en su esencia.
Tampoco se extrañen del caos reinante de disonancias, ni de las progresiones melódicas que bien pudieran armonizar lecturas estridentistas. Además, cuando Cera ataca el piano, se escucha más a la usanza de Jean Sibelius y Erik Satie que como, digamos, Hank Jones.
Tal vez este experimento de Cera como músico carezca de producción, bellos terminados sonoros y fidelidad, pero como obra global, True That se yergue como una de las mejores sorpresas para deleitar al tímpano justamente por su anarquía musical, minimalismo y falta de formalidad.
Pero, no se asusten, en True That hay canciones; eso sí, no para cantarlas sino simplemente escucharlas.
DISCOS HERMANADOS:
Alex G, DSU (Orchid Tapes, 2014)
The Moldy Peaches, The Moldy Peaches (Sanctuary Records/Rough Trade, 2001)
Daniel Johnston, 1990 (Shimmy Disc)
Alexandre Tharaud, Erik Satie: Avant-dernières Pensées (Harmonia Mundi Fr., 2009)
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