ARTURO URIZA
Algunos lo consideran “el disco más ruidoso, molesto e indescifrable”. Para otros fue simplemente “el mejor disco en la historia del rock”.
Para el momento en que este disco se hizo, Lou Reed tenía poco de haber lanzado Transformer y Berlin (discos producidos por David Bowie y Bob Ezrin, respectivamente), ambos grandes representantes del glam proto punkiano que Reed había depurado y decantado tras años de experimentación en The Velvet Underground.
El hijo pródigo de la Factory Warholiana estaba en su mejor momento, gozaba de una prolífica carrera como músico, se le apreciaba ya como una leyenda viviente y era reconocido como uno de los grandes vanguardistas de la época. Así que su siguiente paso fue lanzar el disco más ruidoso, molesto e indescifrable de la historia.
La fórmula que Lewis Allan Reed decidió utilizar consistía en apreciar como ruido todo fenómeno sonoro que nos rodea, entre ellos la música; una emisión de ondas sonoras que bajo determinadas circunstancias es o no melódica y que, si bien, puede llegar a ser de estructura muy simple o compleja, al final es sólo energía.
Segundo: ligar el arte y la música con un concepto ideológico y un statement bien claro; una declaración de principios que Reed necesitó para desligarse del mainstream y que lo hizo inaccesible para las masas, pero que lo elevó inmediatamente a los altares del culto.
Fenómeno equiparable e inversamente proporcional a lo que hizo el mismo año Brian Eno con Discreet Music. Las variaciones son simples; Eno se fue al lado contrario utilizando el silencio y Reed el ruido extremo.
Metal Machine Music fue lanzado en 1975. Todavía no existía el punk como movimiento, y lo más cercano a este tipo de vanguardia era, como dije, el trabajo de Eno con su ambient temprano.
El álbum fue recibido negativamente y considerado una broma, haciendo ver al ex Velvet Underground como un músico presuntuoso.
El disco fracasó en ventas. Con el paso de los años, Reed no sólo justifica el álbum, sino que lo considera uno de los mejores trabajos que ha hecho. Lester Bangs lo proclamó “El mejor disco en la historia del rock”.
Existen numerosos factores que postran este álbum y lo suspenden en el limbo como un material maldito. Es un disco tan impresionante por el contexto creativo, que vale más por la historia que le rodea que por su valor sónico, lo que podría sonar ridículo tratándose de un material musical. Sin embargo, las numerosas particularidades de este maravilloso experimento hacen que valga la pena conocerlo.
Por un lado la forma en que se hizo; un experimento de feedback (retroalimentación), basado en colocar dos guitarras colocadas una frente a otra con sus respectivos amplificadores, propiciar el sonido en una, la cual a su vez y gracias al ruido que provoca hace que las cuerdas de la segunda vibre y emitan un sonido diferente, creando una conversación infinita intervenida intermitentemente por Reed.
El sonido de MMM ha sido comparado con dormir en una estación de autobuses, ponerle un micrófono al taladro de un dentista, grabar maquinaria pesada descompuesta y el estertor de la muerte. Personalmente considero que no suena tan mal.
[…] El hijo pródigo de la Factory Warholiana estaba en su mejor momento; gozaba de una prolífica carrera como músico, se le apreciaba ya como una leyenda viviente y era reconocido como uno de los grandes vanguardistas de la época. Así que su siguiente paso fue lanzar el disco más ruidoso, molesto e indescifrable de la historia. Más de este disco aquí. […]