Por Vanessa Rybicki
Aparecieron como una epifanía en el medio musical francés. Last Train es un grupo compuesto por cuatro chicos originarios de la región de Alsace (al Este de Francia) y amigos desde la infancia.
Estos jóvenes de veintitantos años acumulan los superlativos en toda la prensa especializada: “¡Vaya sonido! ¡Vaya maestría! ¡Vaya cachetada!” En una era completamente electrónica, nos fuimos acostumbrado a la triste idea de que el rock había muerto y de que la nueva generación optaba más por comprarse una Mac equipada con Pro-Tools que una guitarra eléctrica.
El grupo lleva un poco más de una década de vida. Empezando por el puro gusto de tocar juntos, rápidamente empiezan a componer sus primeras canciones y a tocar en los bares locales. Al ganar el concurso de jóvenes talentos “Inouïs” en el “Printemps de Bourges” (uno de los festivales más importantes de Francia) deciden dejarlo todo por la música y dan más de 350 conciertos en menos de 3 años, siendo abridores de Muse y Placebo en 2017.
Last Train respeta los códigos más tradicionales del rock: chamarra de cuero, riffs de guitarra y fotos en blanco y negro, pero supieron muy bien salir del cliché en un aspecto en particular: el administrativo. Los cuatro miembros se autogestionan por completo, buscando financiamientos, encargándose del booking y organizando sus giras a través de su propia empresa.
Después de cuatro EPs y de un álbum, sacaron en septiembre pasado su segundo disco The Big Picture, verdadera sinfonía eléctrica, que es como una tormenta de emoción, salvaje y melancólico. Una sabia mezcla de lirismo y energía bruta… lo que más extrañábamos del rock, finalmente.