Otra dosis de perfección pop.
CARLOS CELIS
Elly Jackson, mejor conocida por su nombre de banda, La Roux, es simple y sencillamente un diamante entre los escombros del pop. Una de las pocas promesas cumplidas entre los músicos de su generación, es decir, la primera década de los dosmiles.
El inicio de una Era en la que estamos inmersos: música que se comparte a través de redes sociales, bandas underground que se convierten en fenómenos del pop de la noche a la mañana y que fuerzan nuevas estrategias de promoción y distribución. El triunfo del indie, o el nacimiento de un nuevo mainstream.
Por ello, y a pesar de ser una figura reconocible, se ha dado el lujo de adoptar las mismas estrategias que cualquier artista nuevo: regalar su música, revelar prácticamente medio álbum antes del lanzamiento, jugar con dos o tres sencillos a la vez, etcétera. Causar expectativa, porque en realidad ya nada puede herir el éxito comercial de su regreso. En otras palabras, es un producto “a prueba de balas” (wink, wink).
Para Trouble In Paradise y con la partida de su compañero Ben Langmaid, Elly Jackson finalmente absorbió el nombre de la banda para reclamar, después de cinco años de ausencia, el lugar que quedó vacío en el pop tras el éxito de su primer álbum, La Roux (2009), aquella colección de canciones pop perfectas y ganador del Grammy al Mejor Álbum Electrónico/Dance en 2011.
¿A qué hora sucedió todo esto? ¿Estábamos dormidos? Probablemente. El caso es que todas las condiciones se han ajustado para que Elly se convierta en la artista perfecta para esta Era: La Roux (o La Rude, como la llaman algunos de sus contemporáneos) tiene ese encanto glaciar y aura de glamour de iconos como David Bowie y Tilda Swinton, que ha sabido aprovechar tanto física como musicalmente. De hecho, podría ser la hija genéticamente manipulada de este par.
En los próximos meses seremos testigos de la maestría con la que La Roux dejará satisfechos a todos porque Trouble In Paradise contiene sonidos para complacer al público pop, al indie, a los críticos más aferrados y, de paso, ganar nuevos seguidores. Hay canciones como “Kiss and Not Tell”, “Uptight Downtown” y “Sexotheque” donde la ingenuidad del pop fluye con una naturalidad envidiable para cualquier cantante prefabricado. Otras, como el sencillo “Let Me Down Gently”, “Cruel Sexuality” y “Silent Partner” muestran a la artista que aún tiene mucho que compartir.
Está todo eso y luego está “Tropical Chancer”, la favorita de quien escribe estas líneas. Un temazo en la tendencia del indie tropical de hace tres años, resucitada por Elly Jackson con toda la autoridad. Tengo que decir que cualquier canción que haga referencia al Trópico de Cáncer de Henry Miller de forma irreverente y con un estúpido-y-sensual coro que repite “I met him through a dancer, I didn’t know he was a tropical chancer” como si tuviera algún significado importante… es punto y aparte.
Esos detalles abundan en los 43 minutos de Trouble In Paradise, detalles que convierten a este álbum en una experiencia muy especial, que nos deja con ganas de más y la esperanza de que no vuelvan a pasar cinco años para otra dosis de perfección pop.
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