ÁNGEL ARMENTA LÓPEZ
Si bien hemos hecho un recorrido por diferentes épocas y contextos de México, es importante resaltar las diferentes evoluciones de la censura. Mientras en la época novohispana la Santa Inquisición y la corte eran las encargadas de decretar lo impúdico y lo vulgar, prohibiendo todo baile y expresión sonora proviniendo de ese híbrido indígena (novohispano y africano), en el caso del narcocorrido se dividen los discursos: mientras uno atañe contra la apología de la violencia y los sicarios, otro sector desprecia la música con el argumento de su pobreza musical.
He aquí una transición en las formas de censura, pues lo que antes llegaba a atentar contra los buenos modales y la decencia, hoy pasó a ser un argumento de gusto, de distinción y clasismo. Lo mismo en el reggaeton, donde pocas veces se pueden leer argumentos lúcidos en contra del género, pues si bien los medios de comunicación han dado a conocer proyectos que refuerzan el imaginario adoptado por la sociedad, existen otros proyectos como el de Torta Golosa o Chocolate Remix, donde a través del reggaeton se resignifican las letras, la diversidad sexual y el placer.
Muchas veces creemos que la censura es un bien común y que sus intenciones son las mejores, pero no siempre nos detenemos a pensar –sobre todo en el caso de la música– como ésta refuerza o crea identidades, tal como lo menciona Georgina Born en su texto “Comunidades musicalmente imaginadas”. Todo aquello que fomente el odio, la violencia, la muerte o lo que amenace la vida integra de cada habitante de la comunidad, debe pensarse y repensarse desde un proceso de conciencia, de conocimiento democrático y horizontal, de información y dialogo, no tratando de ocultar una realidad que es el día a día del otro, de aquel que no conocemos ni comprendemos, pensando que nuestra realidad y necesidades son las únicas.
La música, la literatura, la pintura y otras expresiones artísticas, desarrollan un sentido de identidad que trasciende. Dentro de estas comunidades, no sólo socialmente, sino musicalmente imaginadas se crea una interiorización de los valores, códigos y significados, a lo que Gilberto Giménez llama la subjetivación de la cultura, siempre y cuando trascienda su tiempo y espacio, para dar pie a la identidad libre.
REFERENCIAS
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