ARTURO URIZA
Hace 16 años conocí a L7 gracias a un anuncio que me las presentaba a lado de otras bandas que ya me gustaban en ese entonces, como Alice In Chains, Monster Magnet y Agnostic Front.
Supongo que era el anuncio de una tienda de discos, o de nuevos lanzamientos, o tal vez la disquera que estaba editando o reeditando trabajos de dichos artistas y que en el caso de L7 anunciaba un compilado llamado The Slash Years, que además sería su último disco.
Gracias a mi dealer de música en ese entonces, pude conseguir ese “grandes éxitos” y vaya que me sorprendió. Lo primero que me pasó fue toparme contra algo que no esperaba: una banda de mujeres increíblemente rabiosa. Me encantó.
Posteriormente me encargué de revisar algunos de sus discos, especialmente los primeros (L7, Smell The Magic y Bricks Are Heavy) y siempre me pareció una banda única y exquisitamente agresiva.
La reputación de las L7 acompañaba esa furia –bien sabidas son sus historias en el escenario y fuera de él–, sin embargo con todo y la fórmula del éxito siendo chicas atractivas y talentosas, siempre permanecieron más como una banda de culto, muy probablemente debido a su naturaleza sonora, de por sí complicada para el mundo mainstream y mucho más por ser un grupo de mujeres que no le temían a nadie, cosa que suele intimidar a la industria.
La otra cuestión era lo difícil que era/es encasillarlas en un género ¿eran punk? ¿hardcore? ¿metal? Pues parecía que eran todo eso y nada al mismo tiempo. L7 era lo que Hole quería ser pero no le alcanzaba el talento, lo que las riot grrrls amaban pero que les daba un poco de miedo, lo que muchas bandas de los noventa admiraban de lejos.
Y saco a tema estos primeros años porque es precisamente cuando, además de estar en su punto más crujiente, esta banda de brutales mujeres grabó el disco en cuestión, uno en vivo de nueve canciones que rechina como los dientes del diablo y que sirve de documento fidedigno para demostrar lo inflamables y densas que Donita Sparks y compañía eran en la transición entre su segundo y tercer álbum.
La austera grabación además otorga una calidez extraña que adereza muy bien los nueve fabulosos tracks seleccionados, que sin piedad son ejecutados uno tras otro. Es un disco perfecto para conocerlas, y para los fans, no hay falla.