ARTURO URIZA
El de Mexicali vuelve con un disco más personal, más triste…
Juan Cirerol tuvo el beneficio de la duda cuando apareció. Para algunos era el mismísimo Rockdrigo reencarnado. Otros más exagerados lo consideraban una novedad o una especie de Johnny Cash o Bob Dylan mexicano. Por supuesto, hay elementos en común con los mencionados, pero es más por los géneros y sonidos que argamasa como herencia que por ser un artista similar, porque seamos honestos, le falta mucho para llegarle a cualquiera de ellos.
Del disco Ofrenda Al Mictlán no se podía negar la genialidad de canciones como “Maldita Maestra”, mientras que otras en el álbum eran bastante medianas. Eventualmente, “Metanfeta” del segundo disco Haciendo Leña, con su glorificación a la droga y su correlación o existencia dentro de una balada casi romántica mostraba que existía talento verdadero. Vaya, que valía la pena ponerle atención.
“…Cirerol está en una transición extraña; acogido por una disquera trasnacional, girando con nuevos ídolos del pop, tocando en festivales y recibiendo muchísima más atención de la que tenía hace apenas un año.”
Sin embargo, tengo que decir que con el tiempo –y a pesar de haber sido yo mismo un entusiasta de que se viera su show en vivo– mucho de su material se desvaneció entre mis gustos y fue dejando de estar entre mis escuchas, por lo que un repentino álbum nuevo, estrenado este mes, además de parecerme un acto impulsivo, también me llamó la atención, a sabiendas de que el señor Cirerol está en una transición extraña; acogido por una disquera trasnacional, girando con nuevos ídolos del pop, tocando en festivales y recibiendo muchísima más atención de la que tenía hace apenas un año. Y pues nada, dicen que el que no tiene y llega a tener, loco se quiere volver. El beneficio de Juan es que ya estaba loco.
“Un disco en general triste, lleno de plegarias a la muerte –lo cual no es malo en sí mismo– y mucho más evidentemente metido en el cosmos del consumo y glorificación de las drogas”.
¿Qué sucede con esta tercera placa de Cirerol, bautizada como Cachanilla y Flor De Azar? De entrada, tengo que decir que las cuestiones técnicas siguen siendo las mismas que en sus otros discos, no hay mayor producción que la necesaria para tener a un hombre y su guitarra. Cortes extraños, poca edición, casi lo-fi.
Las canciones, algunas mejores que otras, circundan un disco en general triste, lleno de plegarias a la muerte –lo cual no es malo en sí mismo– y mucho más evidentemente metido en el cosmos del consumo y glorificación de las drogas, algo que aunque siempre ha existido en el folklore de Cirerol, ha mutado hacia una visión un poco más destructiva, sobre todo en “El Regalo Más Bonito”, donde habla de meterse heroína, la cálida muerte hervida, que si existe sólo como un ejercicio retórico, lo aplaudo tremendamente porque la canción transmite un ambiente sórdido y de letargo que en verdad transmite autosatisfacción. Si no es así, vaya que es de confronte, porque esa es quizá la mejor canción del disco.
“Cerca Del Mar” me hace pensar en un Subterranean Homesick Blues, al menos homologado, referente a las estructuras habladas; regueros de ideas, conjunciones de historias, rapidez. Menos genialidad, eso sí, pero con poesía libre y talking blues presente.
Decía que es un disco triste y lleno de momentos que se desmoronan, específicamente por el golpeteo en “Amarte Para Llorar”; el declive en la tesitura vocal, la desafinada guitarra y el rasgueo enfermizo. El cover en esta ocasión es “El Carril #3”, un narco-corrido de Los Cuates de Sinaloa que supongo que tiene que ver con el aprecio técnico al género. En el caso de “Corrido de la Desdicha” y “Varado en Guadalajara” son canciones bastante conocidas, pues Juan las interpreta bastante seguido en sus conciertos.
“…el Cirerol que se nota mucho más personal, que tiene un ego de rapero, que hace apologías y justificaciones a través de un “váyanse a la verga”, que mantiene genialidad en la prosa y que tiene un pie en el abismo”.
En realidad no hay variación en la forma, estilo o estructura de este disco; se nota la continuidad del trabajo, no hay más experimentación sonora ni la habrá, eso lo hemos sabido siempre. Tal vez el gran beneficio es la lírica, la cosmología del personaje, del Cirerol que no se separa de su alter ego, que se nota mucho más personal, que tiene un ego de rapero, que hace apologías y justificaciones a través de un “váyanse a la verga”, que mantiene genialidad en la prosa y que tiene un pie en el abismo. Hay que creerle todo el personaje y la locura que le acompaña.
Si no te gustaba Juan Cirerol, seguirá sin gustarte, si ya te gustaba, te caerá bastante bien porque es una continuación de los anteriores, reside en el mismo infinito.
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