Lo póstumo nunca había sonado tan atractivo…
DAVID MELÉNDEZ
Johnny Cash estrena álbum a poco más de una década de su deceso físico. Una grabación desconocida reescribe su discografía y agita la grandeza de su mito.
Destapar lo oculto se da por suerte. En el caso de Johnny Cash, puede resultar un milagro que genere expectativas ardientes, efusivas y eufóricas. A poco más de diez años de la partida del hombre que vestía de impoluto negro sin necesidad de colgarse auras funestas, sucede un hecho singular en su leyenda: un disco completo, de canciones nunca antes escuchadas, escondido por tres décadas.
No son descartes, ni blandengues lados B, así como tampoco demos para certificar que toda creatividad genial también puede estar en pañales. No, simplemente son canciones grabadas por Cash a mediados de los ochentas (más precisamente 1984), para conformar un álbum que algunos ejecutivos de Columbia —sabemos cuáles, pero no viene al caso despotricar después de tantos años de errores en la compañías discográficas— decidieron degollar mucho antes de que tuviera cabeza.
Por aquellos años, el country se había vuelto cosmopolita y su espíritu sonoro habíase fusionado con algo de pop. Entonces, dicha etiqueta debía asociarse por y para las masas.
Así, el country salió de sus plácidos valles para conquistar ambientes urbanos y espacios de cultura sofisticada. Pero Cash jamás probó rotulo que lo identificara como músico certificado para el vaivén de modas y tendencias. Lo suyo era la intuición musical mucho antes que el viento del cambio. Por eso grabó esas canciones como siempre fue su método: plantándose delante del micrófono como músico, intérprete, compositor y ser humano.
Claro, le pusieron a trabajar con Billy Sherrill (presidente de CBS Records en aquella época y que quizá podría “enrolar” a Cash en esta nueva ola de country modernizado) y por ahí hubo músicos invitados colocando su piedra para formar la pirámide, entre ellos Hargus “Pig” Robbins y el guitarrista Marty Stuart, que también pulsó el fiddle para mantener esos aires de morriña (y jolgorio, ¿por qué no?) tan equidistantes en la música de Johnny.
No tardó mucho en conocer su destino con Columbia, al recibir una patada de pequeña intensidad para darle las gracias por sus bajas ventas de discos. Sí, la vieja diatriba de que “sin discos vendidos no hay contrato” se cumplió más allá del pie de la letra.
Lo que quedó grabado, quedó en la superficie de una cinta. Contuviera magia o chispa sonora, eso no importaba, porque si Cash no tenía la mínima intención de entrar al fastuoso Music Row de Nashville para catapultar su carrera a niveles populares, entonces era mejor silenciarlo. Lo importante en este caso fue deshacerse de aquél que desafió al sistema cuando éste le espetó que otras cosas ajenas a las que él manejaba y le apasionaban, tenían mayor valía de vida de mercado.
¿El criterio? Sobajado y pisoteado como tierra de cruce de caminos. Por suerte, Johnny y su esposa siempre guardaron todo tiliche u objeto inanimado en un cierto lugar de su casa, a pesar de que terceras personas tildaran su trabajo de obsoleto y pasado de moda. Hace un par de años, John Carter Cash (el hijo de Cash), se topó con esta grata sorpresa del álbum inédito y oculto. Como era de esperarse, el fruto del descubrimiento ahora posee apelativo: Out Among The Stars.
Ahora bien, ¿qué son exactamente las doce canciones que componen esta placa inédita? De entrada, habrá que puntualizar que Cash se encontraba en un período de tranquilidad creativa cuando entró al estudio de grabación para darle vida a dichas melodías. En 1983, alguna que otra rehabilitación le había dejado el temperamento apacible y sereno. Por ahí continuaba con su novela Man in White, donde creaba puentes escritos entre su persona y el apóstol San Pablo.
A su vez, era un hombre de familia renovado y había encontrado en ella el solaz que años atrás perdió. Así que para cuando se grabaron estas canciones en 1984, Johnny Cash podía presumir de una vida dichosa en estado latente.
En Out Among The Stars lo anterior se palpa de cabo a rabo. Sí, esas baladas donde el corazón se partió en cientos de pedazos o la historia de redención que siempre cabalga penumbrosa sobre los acordes de su guitarra, no se descartaron en lo absoluto pero justamente es lo “upbeat” aquello que gobierna su línea musical.
Por eso Out… puede colocarse plácidamente como un puente entre su candor primigenio de sus pininos en Sun Records y su periodo tardío de desnudez melancólica vocal para American Recordings.
Con lo anterior, no sorprende la roseta de estilos y la incisiva algarada que se pasea por el conducto auditivo: el rockabilly rasposo y juguetón de “Rock and Roll Shoes”, que lubrica músculo y pincha la destreza del baile; el two-step cabalgante y agitado de “Baby Ride Easy” (cantada junto a su mujer June Carter); el aire a bahía Apalache con afecto circundante de “Don’t You Think our Time Will Come”; o la balada-vals de añoranza insurrecta de “After All”, que parece fundirse en cualquier corazón que anhele un poco de extracto de amor puro.
Out Among The Stars tal vez no pueda calificarse con los estándares actuales, pero una cosa sí es segura: es un disco netamente de intuición. Alguna vez Larry King cometió el error de preguntarle a Johnny Cash casi al final de su vida que cuál había sido su primer hit, cosa que de antemano sabemos que no tiene una maldita respuesta en la mente de un músico y hombre de fe.
Pues en Out… no existen hits ni listas de popularidad. Es, básicamente, la esencia plasmada y grabada de un ser humano que llega y hace “su cosa” frente al micrófono, llámase magia, embrujo, destino o pura suerte.
Alguna vez Donald William ‘Bob’ Johnston dijo “tú no produces a Johnny Cash” y cuánta razón tenía, tuvo y tendrá. Lo mismo le ocurrió a Rick Rubin cuando rescató a Cash del olvido: simplemente lo dejaba hacer lo suyo. Y vaya que ese periodo final, justo cuando se volvió más espiritual, lo puso un paso delante de su propia leyenda.
Al final, hacer “lo suyo” le costó treinta años de olvido a Out Among The Stars. Que ahora miles de jóvenes porten camisas con letras estampadas de “Ain’t No Grave” o, en su defecto, la foto del dedo medio erguido para violentar conciencias sobre su pecho erguido, no dice mucho del asunto de lo que verdaderamente Cash fue en vida, pero la misma moneda está en el aire, tanto para conocedores como para arribistas. Salvo que la honestidad de Johnny para tomar una canción y hacerla suya (al igual que con sus canciones originales), sigue intachable.
*Por el momento, la canción que se desprende para promocionar Out Among The Stars, es “She Used to Love Me a Lot”. Su video fue realizado por el cineasta John Hillcoat (El Último Camino).