ARTURO URIZA
Era toda una leyenda. Y los rumores decían que éste sería no sólo el disco que catapultaría a las grandes ligas al ya de por sí fabuloso y genial J Dilla, sino que sería algo generacional.
Madlib, Kanye West, Pete Rock y Snoop Dogg lo avalaban, sería legendario. Dilla por primera vez se aventuraría a ser por completo un rapero y no sólo un hit maker para otros músicos. Sin embargo, sabemos que en 2006 James Dewit Yancey se mudaría al otro barrio, al más lejano, ese donde llevan algunos años varios de sus paisanos raperos como Biggie y Tupac.
Y por desgracia conocemos la otra parte de la historia, sobre cuánto tardó este disco en terminar de producirse, sobre los problemas legales, y sobre que muchas de las canciones se filtraron con los años y cómo la espuma bajó. Pero esto tampoco es necesariamente algo negativo.
Pensar en J DIlla remite mucho más a un músico que aunque coqueteó con la fama, nunca la vivió como algunos de sus contemporáneos. Pensar en él siempre es mucho más cercano al culto que se le genera por ser un maestro del beat y de la producción, en alguien que podía samplear desde Gary Numan hasta Isaac Hayes, y que se ganó el respeto y admiración de toda la industria musical, incluida por supuesto la del rap.
The Diary funciona entonces como esa labor de amor que muchos de sus amigos y colaboradores han tratado de lanzar como el último gran golpe de Dilla; las historias alrededor del cómo se logró han de ser por demás interesantes, como las colaboraciones que se agregaron póstumas, incluida la de Snoop.
Musicalmente, el álbum no debe nada. Es un trabajo sólido que sin embargo aloja un halo de rareza y tristeza por la falta de Dilla, pero que en cada track demuestra no sólo lo atinado que era para elegir sonidos y colaboradores, sino también con la lírica, cosa poco explorada durante su carrera discográfica y por la que es poco reconocido.
Hay mucha belleza en la mayoría de estas canciones, y por supuesto hay un poco de disonancia, como en el caso “Drive Me Wild”, que es casi una pieza de rock. “The Anthem”, “Gangsta Boogie”, “Trucks”, todas tienen su espíritu, y definitivamente me hacen pensar en que pudo ser el disco que lo hiciera más grande que su natal Motor City.
Por el momento, es sin dudarlo uno de los mejores discos de rap del año.