ALEJANDRA HERRERA
El score de Gone Girl es un ejemplo en el que convergen la música clásica con dos modalidades de la música electrónica (una apacible y otra agresiva): el ambient y el industrial.
Trent Reznor y Atticus Ross logran la sinergia perfecta entre loops, arpegios, beats y secuencias para enfatizar escenas de suspenso, sin recurrir al cliché de las cuerdas o percusiones clásicas, y proponiendo en su lugar sonidos sintéticos que se entrelazan con otros ambientales.
Durante instantes importantes se percibe esa reminiscencia de lo que ambos compositores/productores/músicos desarrollaron en Nine Inch Nails, como se escucha en “Something Disposable”, “Secrets” y “Perpetual”.
De hecho, si se divide a este score en dos partes, la primera se trata de un compendio de temas más inclinados hacia el ambient y la música clásica contemporánea, y se presentan primero estos porque aún no se anuncia lo más crítico de la trama.
Ahora bien, la segunda parte de este álbum transmite melancolía, desesperación, crisis, ansiedad, estados alterados (“Consummation” y “At Risk” son como una patada a la percepción, y no precisamente por carecer de calidad), por lo que puede identificarse con facilidad a una dupla en su rol de Nine Inch Nails.
Afortunadamente, el score de Gone Girl carece de los clichés de la musicalización cinematográfica por recurrir a una instrumentación que no se emplea tanto (la mezcla inteligente entre lo clásico y lo electrónico) y porque realmente transmite al escucha una diversidad de posibilidades emocionales con estos sonidos, incluso sin que se haya visto el filme.
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