ESTEBAN CISNEROS
Un clásico del underground mexicano, veinte años después.
En noviembre de 1993 se lanzó en Tijuana un cassette que con el tiempo se incrustó en la leyenda de la música electrónica mexicana. Unos meses después también salió en cedé, lanzado por Opción Sónica. Con base en el techno hardcore y la música industrial, Lauro Saavedra y Robert Castañeda hicieron BUM y, de la explosión, surgió un proyecto corrosivo, audaz, raro y antiabúlico.
Ford Proco y su Fragmentos de Ocio en el Hocico del Cerdo son, respectivamente, un grupo referencia y un álbum clásico del underground mexicano de ojos y oídos abiertos e hiperestésicos.
Aunque el proyecto existía desde mediados de los ochenta, fue ese cassette/disco el que rompió la vaina e hizo brotar al alienigena. Conseguirlo, sin embargo, era complicado. Uno podía hacerse de una copia en un TDK, claro, pero hacerse de un original era tarea dura.
No más. La cultura de la reedición a veces hace justicia a las pequeñas revoluciones y Fragmentos de Ocio… ha sido relanzado, mediante Bandcamp, y remasterizado por Diego Martínez de Lumenlab. El resultado es asombroso, así que hay que ponerse los audífonos.
Sí, “asombroso” es la palabra que buscaba. Porque esta música sigue sorprendiéndome y pareciéndome nueva; tiene la capacidad de hacerme evocar el futuro, las máquinas, la velocidad y todas esas promesas aún no cumplidas de la ciencia ficción.
Sigue siendo música de avanzada y no estoy seguro de si lo es porque a) realmente estos tipos venían de otro tiempo en una nave o, b) la música hoy sigue mirando tanto a esa época pre-1978 que el post-punk y su universo de músicas discordantes y experimentales siguen sonando a nuevo inevitablemente. Pero algo es seguro: Ford Proco me Entusiasma, así, con E mayúscula.
La sola referencia a Ford Proco me lleva siempre a exploraciones en multiversos subterráneos cual Lemmy Caution en Alphaville. El ejercicio es casi de haunthology, porque aunque para disfrutar a Ford Proco solo se requieren dos oídos (o uno, con que funcione), para que se conviertan en una experiencia hay que hacer de detective.
Y eso es lo que me fascina de esta música: las conexiones. Esos impulsos eléctricos que viajan en una maraña de cables y entre los que se cruzan Phillip K. Dick y Burroughs; el punk y el situacionismo; Throbbing Gristle y Aviador DRO; el cine serie Z y El octavo pasajero; el fanzine Cloruro Sónico y los tebeos de superhéroes de franquicia; dadaísmo y cultura de la frontera.
La intención de Ford Proco era hacer música transgresora y compleja, tanto que a veces se acercaba a la no-música (como la de muchas de sus influencias más obvias del post-punk y la electrónica conceptual); la consecuencia es que a veintiún años de aquella cinta –con ese nombre seguramente generado con la técnica cut-up– seguirá siendo un punto de referencia para todos aquellos que quieren explorar otras latitudes fuera del mundo guitarra-bajo-batería. Para todos aquellos que se sienten alienígenas… y que tal vez lo son.
C/S.
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