Por @ViolettaRabe y @Jsalazargestor
Ahora que aterrizamos, después de este increíble viaje, tenemos mucho por contarles sobre los cuatro días del Festival Estéreo Picnic, en los que disfrutamos de la música, el baile, las marcas jóvenes y, por supuesto, de Bogotá.
El jueves 21 teníamos claro que íbamos a vivir un fin de semana totalmente diferente, con bandas que han marcado nuestra vida desde que estamos pequeños, empezamos a pensar en las cosas vitales para afrontar la odisea festivalera que se acercaba, qué llevar, un bolso grande o un bolso pequeño y los equipos para registrar este evento que estrenaba casa en el Simón Bolívar, el parque más grande de Bogotá con una extensión total de 113 hectáreas. Al llegar todo mostraba una logística impecable en un espacio apropiado para recibir a 130.000 personas de jueves a domingo.
Desde esa tarde cada momento fue un mundo por descubrir, literalmente #UnMundoDistinto, una experiencia creada para seguir reconociendo en la música una industria que moviliza un montón de expresiones artísticas, servicios, emprendimientos y, por supuesto, emociones. Cualquier asistente al FEP puede afirmar que el espectro emocional se amplía con el juego de luces, el sonido, las activaciones de las marcas y la logística encaminada a la comodidad del festivalero promedio. Agüita gratis, buena cantidad de baños, spots para las fotos soñadas, espacios seguros, atención médica de calidad, amplia oferta gastronómica y feria de emprendimientos locales.
El primer día de festival alojó a Kings of Leon, Limp Bizkit, Hozier, Thirty Seconds to Mars, ZHU y Future Islands… Fue un gran inicio de este viaje que tuvo momentos inesperados y algunas cuantas predicciones cumplidas. Sin duda quien llevó la energía a lo más alto fue la banda estadounidense Limp Bizkit, próximos a cumplir 30 años de trayectoria musical, celebración que tuvo su cuota previa en el Picnic con todos los adultos contemporáneos que vivieron una adolescencia marcada y guiada por la explosión de géneros alternativos durante los 90’s y quienes además encontraron en esta edición del festival el lugar apropiado para saldar una deuda con su adolescente interior. Canciones como “Rollin”, “My Way”, “Break Stuff” hacen parte de la memoria musical de muchos de los que andamos un poco a contracorriente y que aún conservamos ese factor como estilo de vida.
A este balance se suma la presentación de Thirty Seconds to Mars con un show digno de Jared Leto y su gran capacidad artística para superarse en cada cosa que hace, un espectáculo lleno de empatía por un público que llevaba esperándolos desde el 2011. Hozier sorprendió con un concierto contundente, recordando sus raíces, la fusión musical, su interés por los géneros alternativos y las diversas corrientes contemporáneas del rock con un toque de folk.
Kings Of Leon, encargados de suplir la ausencia de Paramore, fueron además los responsables de cerrar la tarima principal y aunque desde lo sonoro son una banda impecable y con un sonido inconfundible su presentación se tornó monótona y falta de chispa, sentimos lo mismo que al verlos en la edición del 2015, fríos y sin ninguna conexión con el público. La primera jornada la finalizamos a las 3:00 AM, con los pies adoloridos pero mirándonos con cara de ¡Qué acaba de suceder! Un voltaje impresionante que solo era el preámbulo, porque aún faltaban 72 horas de Festival.
Día 2, nuevamente 3:00 pm en el Simoncho, como le dicen de cariño al parque; sabíamos que íbamos a ver a Sam Smith, Phoenix, Greta Van Fleet, Nothing But Thieves pero también a Proyecto Uno y a Irepelusa. El segundo día se convirtió en la playlist de alguien que transita la crisis de los 30, con bandas y canciones de todos los tiempos, de todos los géneros, con una sola voz, “amor por la música”, una frase que escuchamos en más de un asistente y que se iba a convertir en la premisa del Festival.
El Show del día se lo compitieron Sam Smith y Greta Van Fleet. Por un lado, un discurso coherente de libertad, equidad y diversidad que dió como resultado un show único lleno de contrastes en sonidos, colores, ritmos y luces; por el otro, sonidos atemporales que nos guiaron en medio del repertorio y las influencias de una banda americana que sigue marcando su sello en la historia de la música, acompañada de la prodigiosa voz de Josh Kiszka, quien hizo uso de su amplio rango vocal y una técnica impecable durante los 60 minutos de presentación. Ambos nos dejaron con ganas de seguir explorando en géneros y amando el poder disfrutar de la magia que la música en vivo ofrece.
Para nosotros, como medio independiente, es de vital importancia resaltar el talento de propuestas nuevas, que se abren camino en la industria desde la autogestión, por eso talentos como Divino Niño, Matar Fuma, Irepelusa y SA!KORO nos movieron fibras por dentro, se sintieron auténticas y con una factura de alta calidad que hacen referencia a la buena curaduría de agrupaciones locales y nacionales dentro del cartel oficial.
Si alguno de ustedes nació en Colombia, entre finales de los 80’s y principios de los 90’s, bailó en alguna miniteca (fiestas infantiles que se hacian en plena tarde, con plásticos negros cubriendo las ventanas para simular un ambiente nocturno, cámaras de humo y por supuesto strober a tope, que incrementaba la posibilidad de sufrir un ataque epileptico) la música de Proyecto Uno, la legendaria agrupación que mezcló el merengue con lo urbano para darnos las mejores jornadas de cardio al ritmo del movimiento de rodillas; éxitos como “Materialista”, “Otra Noche”, “25 horas” y por supuesto “El Tiburón” nos hicieron regresar en el tiempo y convertir el prado del parque en pista de baile. Ahora bien, el gran lunar negro del show corrió por cuenta de Nelson Zapata, quien con un discurso misógino e innecesario le dio paso a Grillero, la canción que todo el mundo bailó con vergüenza, Proyecto Uno después de esa noche se convirtió en el guilty pleasure de más de uno.
Cuando uno lleva 24 horas en modo festivalero las secuelas se van notando en su rendimiento físico, pero como si se tratara de una descarga de adrenalina era solo cruzar las puertas del Simón Bolívar para recargarse de energía. Día 3 y nuestro cuerpo sabía que se venía una faena de flow y sabor.
Comenzamos viendo a Afro Legends, quienes trajeron su grito de resistencia a la tarima principal acompañado de sonidos tradicionales que coquetean con lo contemporáneo. Casi que de manera simultánea tocaba Lolabúm, una propuesta ecuatoriana que conserva la autenticidad de esas bandas que aún no han sido contagiadas por los factores comerciales, con múltiples invitados lo dieron todo en el escenario Adidas. Las horas transcurrían y sabíamos que ¡Se venía alta fiesta! Porque estábamos a punto de enterarnos que dentro de la memoria generacional se aloja toda la discografía de Fruko y Sus Tesos y desde el primer acorde, como un acto reflejo, nuestros pies comenzaron a moverse y el público completo se fundió en una coreografía colectiva.
Después de tanto baile tuvimos que darle paso a la hidratación y a la recuperación física, porque se venía M.I.A con unos visuales impresionantes y Placebo, que nos regaló un show íntimo y emotivo. Lastimosamente el sonido no fue el de mejor calidad, pero la energía y ternura de Brian Molko nos dejaron con la tranquilidad de haber saldado otra deuda que teníamos con nuestra versión más joven.
El cielo se cubrió por luces que de manera sincrónica se alineaban para formar las ya conocidas gafas del FERXXO, y como si se tratara de la Batiseñal más clara del universo, todos acudimos al llamado de Feid. Con un espectáculo de drones, visuales, baile y variaciones melódicas e instrumentales en sus canciones, el artista urbano puso a corear al unísono a todos los asistentes. Mención especial al director de arte de este show, porque la propuesta gráfica en el mobiliario usado no pudo estar mejor.
Nuestra tercera jornada cerró al ritmo de Whomadewho, un proyecto electrónico con instrumentos en vivo que hacen de la experiencia algo completamente diferente. Alto dominio escénico y una conexión indescriptible con el público hicieron que nuestros días desde ese momento suenen a pop experimental Danés.
Intentamos ver a Tainy, que llegaba a Bogotá a presentar DATA, su último trabajo discográfico que recoge todas sus colaboraciones, logramos escuchar “La Noche de Anoche” pero decidimos partir para recargar baterías porque el último día iba a estar áspero.
Apenas iniciábamos el último día y ya sentíamos nostalgia de saber que el cierre definitivo de este año estaba cerca. El ambiente del FEP parecía una película de American Pie, adultos contemporáneos con gorras y camisetas de The Offspring y Blink 182 nos confirmaban los headlines que conformaban el cartel oficial. Pero antes de darle rienda suelta a nuestro adolescente interior teníamos una cita con el Hip Hop Nacional.
5-27 coreaba todo el mundo, con las manos en el aire moviéndose al ritmo del beat, una congregación de creyentes en la resistencia, en el poder de las calles y los que las transitan fue la comunidad que reunió La Etnnia, una leyenda del rap en Colombia, con canciones que generan conciencia sobre situaciones a las que muchas veces somos ajenos.
El reloj marcó las 17:15 y el corazoncito se aceleró a velocidades inimaginables, los primeros acordes de Vaccines sonaron y se convirtieron en esa señal que intercambió nuestra edad física con la mental, de repente todos los que creyeron en #UnMundoDistinto se transformaron en adolescentes que rondaban de los 13 a los 18 años de edad y la estridencia de los riffs de guitarra y las baterías aceleradas iniciaron el momento más esperado por toda una generación que llevaba esperando esto toda su vida.
Nos conflictua ser críticos pero nos debemos a la verdad y aunque el show de Blink 182 estuvo épico y lleno de nostalgia revivida por temas como “Stay Together For The Kids”, “I Miss You”, “First Date” y “All The Small Things” el trío conformado por Travis Barker, Mark Hoppus y Tom DeLonge no está en su mejor forma, la altura los afectó en sobremanera, su discurso se quedó atrapado en la inmadurez y realmente preferimos quedarnos con el sonido que transmitían en los shows televisivos de los 2000’s, aunque mención especial a Mark por su tenacidad en tarima, por superar el cáncer y por mandarnos a poner tristes, evidenciando que lo EMO nunca fue sólo una etapa.
Ahora bien, dejamos a The Offspring para el final porque la rompieron sin límites y nos dejaron más que claro que la edad física no determina absolutamente nada si el punk rock hace parte de la vida. Enérgicos e impecables, con “I Want You Bad”, “Pretty Fly”, “The Kids Aren’t Alright” y “Come Out And Play” nos montaron en un DeLorean para regresar décadas atrás y abrazar nuestro pasado.
Arcade Fire fue la agrupación encargada del cierre oficial del festival y es que estos canadienses saben romperla con estilo, su indie rock fue llevado a niveles estratosféricos envolviendo al público en un atmósfera llena de alegría extrema. Y como es de esperarse en los festivales de talla internacional, el cierre oficial nunca es el cierre oficial; posteriormente The Blaze, en la tarima CeraVe, nos deleitó con “Heaven”, “Clash” y “Dust” marcó nuestro regreso a casa.
Como puntos negativos en el balance general están: los fuegos artificiales que, como herramienta de espectáculo para la culminación de las jornadas, están sobrevalorados y afectan directamente el medio ambiente y la flora y fauna local; aún falta conciencia ecológica en los asistentes, quienes prefirieron arrojar basura al suelo que caminar par metros para depositarla en las canecas. Ahora bien, lo positivo, fuera del increíble Line Up, se vio evidenciado en la puntualidad en los horarios, el fácil acceso al parque, la amplia oferta de transporte una vez finalizado el festival y la logística en general.