DANNA CAMPOS
Estaba oscureciendo. El boleto lo decía claramente: “puertas abiertas a las 18:00 horas”. El nivel de seguridad que rodea a L’Olympia, una de las salas de conciertos más famosas de París, era como el de ningún otro: calles cerradas en el área y un operativo de seguridad imponente, tanto como los nervios de adentrarse en la llaga (aún fresca) de los sobrevivientes del ataque del 13 de noviembre.
Éramos cuatro y sólo uno de nosotros había estado en el incidente del Bataclan. Entramos al primer control de seguridad, donde era indispensable presentar el boleto del concierto junto con una identificación, sólo para poder entrar al área que rodea a L’Olympia.
Pasamos tres controles más de seguridad, y jamás alguien se sintió tan seguro en un concierto como nosotros ayer por la noche. Casa llena y un ambiente festivo se sintieron de inmediato mientras White Mines, la banda telonera, hizo lo suyo. Al finalizar, hubo un silencio musical de media hora, pero fue el momento perfecto para que una outsider como yo se adentrara en uno de los episodios más catárticos para muchos de los presentes y en la historia de la música del siglo XXI.
No sentí incomodidad en ningún momento; sólo escuchaba las risas, percibía el hedor a cebada y veía, con los ojos de un extranjero, el doble beso y el abrazo afectuoso de los que adentro se saludaban. Fue a las 9:00 en punto cuando Eagles of Death Metal (esta vez, acompañados de Josh Homme) se reencontraron con el público que vio la tragedia aquel día desafortunado.
Los primeros riffs de “I Only Want You” comenzaron a sonar y el piso de L’Olympia empezó a vibrar. Al terminar la canción, Jesse Hughes, vocalista de EODM, pidió un momento de silencio para recordar a las víctimas del atentado en el Bataclan.
No pasó más de un minuto cuando los primeros versos de “Don’t Speak” se hicieron presentes junto con otros tracks destacados (y alguno que otro cover a Duran Duran y The Rolling Stones). Con cada palabra de Jesse, pude notar a mi alrededor quiénes habían estado el 13 de noviembre.
Grupos de amigos abrazaban y besaban a alguien en especifico. Yo hice lo mismo con el mío. Le daba la mano en ciertos momentos, pero la mayor parte del tiempo la pasamos bailando y cantando al punto en el que, de pronto, un concierto se convirtió en una fiesta privada para quienes vinieron a cerrar su ciclo con Eagles of Death Metal, para los amigos y allegados de los mismos.
Uno hubiera esperado de este concierto un discurso sentimental de media hora, o una especie de memorial, pero no. EoDM hicieron lo que tenían que hacer: darle fin al concierto que no terminaron en 2015 y hacer de esta una oda a la vida y a la música.
Vive la musique, vive la liberté, vive la France, and vive EODM.
Thank you for this, Paris. pic.twitter.com/3W3GKT5qsk
— EaglesOfDeathMetal (@EODMofficial) February 17, 2016